A Cupido se le conoce por ser una de las personificaciones más difundidas del amor. | Rudy and Peter Skitterians

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Cupido es para mucha gente la viva imagen del amor. Ello incluye a la Real Academia de la Lengua (RAE), para quien se trata de la representación personificada del amor en el mundo del arte, tomando la forma de un niño desnudo y alado, que a veces es representado con los ojos vendados y portando flechas, arco y carcaj. Sabemos que este 14 de febrero, San Valentín, es el día de los enamorados, aunque en Mallorca, por simpatía con las tierras aledañas, hay quien dice que Sant Jordi es el día ideal para demostrar nuestros sentimientos a la persona amada. El amor, uno de los motores que mueven al mundo ha sido una tremenda fuente de inspiración, y de conflictos, a lo largo del tiempo y la historia. Hoy hablaremos del amor desde un punto de vista artístico, cultural y casi antropológico ligado a cómo se percibe y se celebra en esta tierra a través de las representaciones más populares en el arte y la literatura.

Ya que lo mencionamos en primer lugar, empezaremos por describir al pequeño Cupido. Su nombre es una alusión directa a la mitología romana puesto que Cupido fue el hijo de Venus, dios del amor según la cosmología que edificó los cimientos de Occidente. Especialmente importante es la alegoría del amor protagonizada por Eros, Cupido y Psique, una escena inmortalizada por las Metamorfosis de Lucio Apuleyo en las que el dios de la atracción sexual se enamora de Psique, la personificación del alma en las leyendas griegas, y la visita siempre de noche para ocultar su identidad. Esta historia caló hondo en las conciencias, tal y como se plasma en múltiples representaciones artísticas de distintas épocas.

El propio artista aragonés Francisco de Goya captó esta alegoría del amor con regusto erótico en su Alegoría del Amor, Cupido y Psique, obra expuesta en el Museu Nacional d'Art de Catalunya. Hay quien dice que la modelo femenina que personifica a Psique en la obra de Goya es calcada a la que posó para las dos Majas, y a María Gabriela Palafox y Portocarrero, marquesa de Lazán, pintada por el genial artista español en 1804.

El cuadro de Goya que trata la alegoría del amor por la cual Cupido ha sido conocido se puede visitar en el Museu Nacional d'Art de Catalunya. Foto: Wikipedia.

Llegados a este punto, ¿qué tiene que ver Cupido con el tal San Valentín? Lo cierto es que poco o nada. Curiosamente el Día de San Valentín se ha exportado desde los países anglosajones a otras culturas como un día especial en que los novios, enamorados o esposos se expresan su amor o cariño a través de mensajes y más modernamente, presentes. El componente comercial es indiscutible, ya en sus mismos orígenes. Desde el siglo XIX se introdujo el intercambio de postales producidas masivamente, especialmente en Norteamérica, en esta fecha del 14 de febrero. Uno de los motivos que rápidamente se popularizó fue el mencionado Cupido. La fabricación en serie y los incipientes medios de comunicación de masas se ocuparon del resto. Posteriormente las flores y los dulces o chocolates se unieron a la tradición y cobraron protagonismo. Fue la antesala de que San Valentín se convirtiera en una fecha clave en determinados tipos de negocios.

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Los orígenes de esta celebración a nivel popular posiblemente se encuentren a finales de la edad media en Francia e Inglaterra, donde se populariza una leyenda que sitúa a San Valentín casando a enamorados en secreto, después de que el matrimonio fuera proscrito por ley. Otra leyenda dice que este santo es patrón de los enamorados porque su fiesta coincide con el momento del año en que las aves empiezan con sus cantos para emparejarse. Algunos dicen que, como otras fiestas de la moral cristiana, sustituyen en el calendario a fiestas paganas especialmente sentidas y celebradas por el sustrato precristiano, aunque resulta difícil comprobar esta aseveración.

En los tiempos más recientes ha empezado a verse celebrar San Valentín en puntos bastante exóticos del planeta, como el sudeste asiático. Los medios de comunicación de masas primero y la globalización e internet después han contribuido decisivamente en que hoy muchos millones de personas vivan San Valentín, de un modo u otro. Sin embargo, en Cataluña el día de los enamorados se celebra el 23 de abril, Sant Jordi, una fiesta tradicional que ha cobrado importancia en Mallorca y el conjunto de Baleares en los últimos tiempos y que en este caso también incorpora elementos comerciales, como son los libros y rosas. Por contra los valencianos ostentan una particular celebración, la Mocadorà, el 9 de octubre, en honor a Sant Dionís y también en conmemoración de la Diada del País Valencià.

En Mallorca contamos con muestras de amor que trascienden el tiempo. Por ejemplo, Jaume Deyá, arqueólogo responsable de la excavación de Almallutx explicó a Ultima Hora como en uno de los santuarios talayóticos recuperados en el corazón de la Serra de Tramuntana realizaron un hallazgo sorprendente, «algo así como unos Amantes de Teruel nostrats» en palabras del experto: ni más ni menos que dos cuerpos juntos en una sepultura, un hombre y una mujer unidos más allá de la vida en lo que supone una práctica funeraria única en la Isla.

Ilustración de la rondalla mallorquina.

Pero si hablamos de la temática amorosa en Mallorca debemos recalar de una forma u otra en L'amor de les tres taronges, una de las rondalles más conocidas recopiladas por Antoni Maria Alcover, publicada el 1897 en el Aplec de rondaies mallorquines d’en Jordi des Racó. En esta narración popular mallorquina, con presencia en el resto de Islas, así como en Valencia, Cataluña y más allá, un rey y una reina sin descendencia hacen una promesa. Una bruja o hada se enfada y maldice a su heredero: a los 16 años deberá abandonar su casa sin saber qué buscar. Ya se sabe lo mala que es la adolescencia para estas cuestiones.

El protagonista de la narración popular mallorquina acabará por descubrir cómo dar con el Amor de les tres taronges con una indicación que puede ser aplicable a muchas otras búsquedas en nuestra vida: «Ves sempre cap on vegis sortir el sol, sense fer cap passa ni a dreta ni a esquerra... I un dia o altre la trobaràs». ¿El qué? La casualidad de su vida, la más grande a pesar de haberlas tenido de muchas clases, como decía Najwa Nimri en su papel de Ana en Los amantes del círculo polar: el sentimiento que mueve montañas. El amor verdadero.