A pocos metros, en el estand de Can Vidalet, de Pollença, triunfa ‘El vino debajo del mar’, un proyecto de cinco años de la enóloga Elisabet Fuentes, consistente en macerar durante once meses bajo el mar de Mallorca, en pequeñas ánforas, vino de la variedad autóctona prensal. «Es una producción basada en la llegada y establecimiento de Quinto Cecilio Metelo en la Isla», señala. Por ello, incluso les ha visitado el prestigioso ‘gurú’ del vino de Nueva York, el británico Tim Atkin. Otro de los estands con mayor concurrencia es el de Miquel Gelabert, de Manacor, que presenta diez caldos de más de 92 puntos, entre ellos ‘Son Moix Negre’. «La gente busca algo diferente y las variedades autóctonas de uva les conceden ese deseo», señala el viticultor.
El relaciones comerciales de la Finca Can Axartell, de Pollença, Agustí Mascaró, exhibe botellas elaboradas con callet, una uva isleña. «La mejor manera de vender los vinos de Mallorca es apelando a su singularidad», manifiesta. «Hemos incrementado las exportaciones, y huimos de las comparaciones con Rioja o Ribera al ofrecer un caldo diferente», agrega. La Bodega Ribas, de Consell, la más antigua de España de carácter familiar, triunfa con la cosecha llamada ‘Desconfío de la gente que no bebe’. «Con la variedad manto negro nos diferenciamos del resto, además hemos detectado un aumento de interés tras incorporarnos a la asociación Grandes Pagos, junto a otras 33 bodegas españolas», asegura Silvia Ottman. «Autenticidad, sostenibilidad y variedad son las claves», concluye.
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