Belén López-Montero posa junto a su retrato, obra del artista José María Fayo. | Esteban Mercer

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La española Belén López-Montero, por su matrimonio con Louis de Limburg-Stirum es condesa y pertenece a una de las familias más prestigiosas de la nobleza europea. Su suegra es princesa de Francia, vive en un castillo y es amiga de los actuales Reyes de Bélgica. Con esto bastaría para entrevistarla pero Belén es mucho más. Con su familia, madre y hermanos es propietaria de un conglomerado de empresas que preside su madre. Con Altosa fabrican aguardientes, destilados y alcohol como el coñac François Premier; con Verum producen vinos en la extensa finca que poseen en Tomelloso (Ciudad Real), y que ha pertenecido a la familia desde hace 300 años. Su madre es María Victoria Montero, y fue muy amiga de la infanta Pilar. Está acostumbrada a producir los vinos y destilados que toman desde los emperadores de Japón hasta los reyes de toda Europa, pero cuando la crisis sanitaria por el coronavirus se agravó, se volcó en elaborar hidrogel. Es una habitual de los veranos mallorquines junto a su marido y sus hijos. Ha posado para el pintor José María Fayos para un cuadro que le fue entregado el pasado martes durante una cena en casa de los marqueses de Vívola.

¿Cuándo vino a Mallorca por primera vez?
–Es una historia preciosa que me encanta compartir. Mi padre falleció pocos días antes de nuestra boda de un infarto fulminante. Anulamos el viajazo de novios que teníamos previsto, no la boda, y elegí quedarme en España, porque no me apetecía viajar lejos, y decidimos venir a Mallorca. Nos quedamos en casa de mi tía Anne de Wurtemberg, más conocida como Diana de Francia, hermana de mi suegra. Nos ofreció su casa, su barco para nosotros solos y lo pasamos fenomenal. Esa tranquilidad que necesitaba me la dio la Flor de Lys y Mallorca. Nunca lo olvidaré.

Se casó con su padre recién fallecido, ¿Cómo consiguió aguantar el tipo?
–Murió con solo 57 años a diez días de la boda. Era un señor fantástico, la roca de la familia, pero decidimos seguir adelante con la boda. En mi casa las mujeres son muy fuertes, mi madre me dijo que la mirara y que me comportara siguiendo su ejemplo. Así lo hice y sentí que mi padre estaba a nuestro lado en todo momento.

Usted es de las novias más bonitas que he visto, y ya he visto a muchas…
–Es un cumplido que agradezco. Me peinó Rupert y me ayudó muchísimo a llevar ese día. Cuando me maquillaba Osvaldo, su ayudante, no paraba de llorar y Rupert me decía que arriba, que esa boda la había organizado mi padre en esa casa maravillosa de Tomelloso de nuestra familia y llena de historia, así que había que ponerse en su honor lo más guapa posible.

¿Qué ha sentido al ver su retrato de José María Fayos?
–Estoy muy emocionada, creo que es un cuadro que ha captado mi espíritu, mi forma de mirar. La fotografía no consigue captar el alma de las personas y los retratos sí. Piense que vivo en un castillo en Bélgica repleto de retratos de antepasados de la familia de mi marido observando y estoy acostumbrada a ellos. Un día yo también seré uno ellos, parte de la historia de esa casa. Es bonito pensarlo así.

¿Es un cuadro que representa a la condesa de Limburg-Stirum en la plenitud de su vida?
–Gracias, así es. Las joyas que llevo son de familia. Los broches, los pendientes, el rojo del vestido tan español, todo tiene un significado especial que Fayos ha sabido captar. Le estoy muy agradecida. Y sí, estoy en una época de plenitud. Mis hijos han crecido, soy una mujer feliz en Bélgica en nuestra casa, trabajo en las empresas familiares y me dedico a ayudar a los demás porque sé que todo lo bueno que se hace revierte en uno mismo. De alguna manera ayudar a otros es algo egoísta, pero bueno.

¿Se lleva el cuadro a Bélgica?
–Sí, vamos a hacer una exposición para el Grupo Pro Arte y Cultura en el castillo de Uldemberg, donde vivo, y otra en la Embajada de España en Bélgica, con una recepción para los artistas. Vendrán muchos mallorquines, espero, a ver si volvemos a la normalidad en breve porque la pandemia ha sido una época muy complicada para todos.

¿Cómo es vivir en un castillo belga para una española? ¿Se lo había imaginado?
–Gracias a Dios es de unas dimensiones no excesivamente grandes porque una de sus alas se quemó en el siglo XVIII y quedó solo la parte central, que es donde vivimos. Aun y así no es tan fácil como parece. Eso sí, vivo rodeada de lagos preciosos, es un remanso de paz.

¿Usted reza mucho?
–Sí, esta misma mañana he ido a una calita, hacía una mañana preciosa pero brumosa y he rezado por un familiar enfermo, un sobrino que sufre cáncer. Creo mucho en el poder de la oración, en el poder del rosario que no deja de ser una meditación, una conexión con Dios.

¿No le preocupa que piensen que es una cursi como Tamara Falcó u otras que hacen pública su fe?
–Sé que pensarán que soy una ñoña pero me da absolutamente igual. A mi me ayuda tanto que prefiero dar testimonio y así poder ayudar a otros. Tuve mucha relación con la reina Fabiola, que era una mujer con una fe increíble. Me marcó profundamente su espiritualidad, lo afable que era. Era una señora que estaba en otra dimensión, era majestuosa, flotaba. Este mismo carácter lo tiene mi madre que no es reina salvo de su casa, y da la misma impresión gracias a su espiritualidad. Notas algo especial en las personas que no esconden su religiosidad, que no esconden su fe.

¿Qué es la elegancia?
–Es una manera de ser que se lleva en el interior y que solo se puede enseñar predicando con el ejemplo. Los buenos modales se han de vivir y transmitir. La tradición sirve para poder mantener una educación que no se puede comprar con dinero, en un mundo donde todo se compra rapidísimo a través de internet. La tradición y la educación es algo que ha de transmitirse de generación en generación, y no tiene que ver ni con la clase social ni con el dinero.