Laia Fernández-Pacheco, Ana María García, Lucía Díaz y Francisca Vives. | Pilar Pellicer

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A Lucía Díaz siempre le ha gustado el dibujo. Cursó Bachillerato Artístico, pero no se vio con las suficientes aptitudes para matricularse en Bellas Artes, y en la actualidad estudia Comunicación Audiovisual en Castellón. Un día dibujó en un papel un gramófono con su abuelo y su tía-abuela bailando y ésta, Francisca Vives, le dijo que le encantaría que un día se viese la imagen en su negocio, Eléctrica Rambla, que cuenta con casi 75 años de historia.

Lucía pensó en la propuesta y contactó con dos excompañeras de Bachillerato, Ana María García y Laia Fernández-Pacheco, que estudian Bellas Artes en Madrid y Valencia, respectivamente. La propuesta no era sólo plasmar el dibujo de Lucía en una de las persianas del negocio, sino aprovechar y pintar las otras seis persianas, incluida la principal, a escasos metros de los juzgados de Via Alemanya.

Un trabajador de Eléctrica Ramblas limpió con una Karcher las persianas metálicas a las que luego dio una capa de imprimación para que cuando las artistas comenzaran a realizar su trabajo las pinturas de spray aguantaran. «Desde el primer momento tuvimos claro que queríamos hacer una defensa del pequeño comercio. También hay dibujos que hacen referencia a la tienda y también queríamos plasmar aspectos tradicionales de Mallorca. Y, por último, también hay uno en el que salimos nosotras y otro con mi bisabuelo», explica Lucía.

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Lucía con el dibujo de ella
con su bisabuelo.
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La imagen de un gramófono
en la Eléctrica Rambla

Trámite

Las jóvenes tuvieron que pedir permiso al Ajuntament de Palma ya que el local se encuentra dentro del Casco Antiguo de la ciudad. «Es curioso, pero la acera de enfrente ya no lo es. Además, el permiso nos vino muy bien por si alguien se quejaba», explican Lucía y Ana María.

Las jóvenes comenzaron a pintar a mediados de julio y acabaron hace un par de días. Ha habido días que han empezado a las 9 de la mañana y han terminado a las 10 de la noche y otros en los que sólo han podido trabajar tres horas porque tenían que esperar a que la pintura se secara.

A Francisca Vives le gusta mucho el trabajo realizado por su sobrina-nieta y sus amigas. «No sólo me gusta, sino que me encanta y casi me emociono cuando lo veo».

Las jóvenes van a poner en una de las persianas un código QR para darse a conocer y ver si reciben más propuestas para pintar. «Sí, muy bien, pero lo primero son los estudios», advierte Francisca.

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