Borja y Regina, con algunas de sus creaciones.

TW
0

Hay quien pasa la vida pensando ‘si hubiera hecho esto, si hubiera hecho aquello’. Al final tienen mil pasados y ningún futuro. El futuro, ya saben, ese lugar con más peligro que un tiroteo en un ascensor. Siempre he admirado a la gente capaz de transitar el mundo con la inocente despreocupación de un niño. Borja Rocha y Regina Valero han decidido hacer de su vida un monumento a la felicidad, al bienestar, a la joie de vivre, que dicen los franceses. Alérgicos al desasosiego, se pasan medio año conociendo mundo. Les encontrarán persiguiendo la puesta de sol perfecta en África, perdidos en laderas de exuberante belleza en Sudamérica, o contemplando la magnitud de la aurora boreal. Postales embriagadoras que, como las descritas por James Hilton en Horizontes perdidos, cobran forma en remotas latitudes. Lo olvidaba: la otra mitad del año trabajan. Aunque a diferencia de la mayoría, se ganan el pan haciendo algo que les apasiona: diseños artesanales basados en una planta única, el Capim Dourado.

Borja (39 años, Zaragoza), siempre se ha dedicado a la artesanía, con veinte años se plantó en Brasil movido por la variedad musical que atesora este país de inabarcables recursos naturales. «Estuve mucho tiempo trabajando de percusionista», hasta que descubrió la artesanía del denominado ‘oro vegetal’ y le cambió la vida. «Aquí trabajaba el macramé y otros materiales, pero al conocer esta planta empecé a estudiarla». De eso hace ya más de 15 años.

Regina (37 años, Zaragoza) es enfermera, ha trabajado con Open Arms y otras ONG’s. Pero no se despisten, puede que su profesión la conecte con un estilo de vida convencional, pero lo cierto es que comparte la misma filosofía de vida bohemia y despreocupada que su pareja. Antes de conocerle trabajaba medio año y viajaba el resto. Me dirán que lo de estos muchachos no es predestinación astral. Cupido les unió y Mallorca los acogió. Plantaron su cuartel general entre la Colònia de Sant Jordi y Ses Salines, desde allí llevan sus diseños a diferentes mercadillos de la Isla.

Sus trabajos son exclusivos, de autor, cada diseño de su marca Oro Vegetal Mediterráneo pertenece a una colección relacionada con la cultura mediterránea. Utilizan piezas metálicas antialérgicas, no contienen níquel ni zinc. Y un dato interesante: el Capim, por tratarse de una planta, es ligero como una pluma, por lo que los pendientes, aun siendo grandes, son muy ligeros. Sucede igual con los bolsos de mano que elaboran, realmente sorprende su extrema ligereza. Además, su refinada apariencia dorada, que combina muy bien con todo, como el oro, jamás pierde su brillo y tonalidad. Garantizado. «La elaboración es compleja, pero llevo tanto tiempo haciéndolo que al final parece sencillo, cuando realmente no lo es», matiza Borja.

Si está interesado en comprarles algo, les encontrará de martes a jueves tarde en el Port de Pollença. «También hacemos ferias, pero ahora con esta situación muchas se cancelan, lo mejor es dirigirse a nuestra página en Instagram: @orovegetal_mediterráneo», recomienda Regina.

Capim Dourado

En Brasil, dentro de la sabana tropical, se encuentra el desierto de Jalapao, una vasta extensión de arena y agua donde crecen las más sorprendentes especies vegetales, como el Capim Dourado. Una hierba de flor blanca que solamente crece en forma silvestre, su tallo dorado le confiere un aspecto metálico y brillante, y esa tonalidad jamás desaparece. Al ser una especie única, esta planta ha sido nombrada Patrimonio de la Humanidad. Su recolección está reglamentada y no puede comercializarse como materia prima, solo como producto terminado. Así se evita la desaparición de la especie. De modo que solo artesanos autorizados pueden colectar la planta en su período natural, después de florecer, y con ella crear piezas de gran belleza, únicas en el mundo.