De todo el pasaje, compuesto en su mayoría por italianos además de franceses, españoles y algún alemán, 2.350 personas desembarcaron en la Isla y escogieron entre varias salidas: un paseo por Sóller, una visita a las Coves del Drach, un recorrido por Palma, un día de playa en Palmanova, donde disponían de una zona apartada con hamacas, o una vuelta en catamarán por la zona de Delta.
Divididos en grupos burbuja de unas 30 personas, los cruceristas no podían abandonar su pelotón y solo podían acceder a unos pocos comercios, estipulados e inspeccionados con anterioridad. Aunque estuviesen vacunados, tanto guías como chóferes se sometieron a una prueba de antígenos.
A las nueve de la mañana, algunos autocares pusieron rumbo a la Escollera. Con sus cámaras fotográficas al cuello y agitando sus abanicos, lo primero que observaron los visitantes fue la Seu. Pasando por s’Hort del Rei, se dirigieron a la plaza de Cort. Tras conocer su historia, los grupos accedieron al museo Pearl Art, de Perlas Majorica, uno de los negocios a los que podían acceder con libertad. «Tampoco ha sido gran cosa. No tienen mucho tiempo y van unos detrás de otros. Al ser el primero, es difícil de evaluar. Veremos en un par de semanas», valoró el encargado de Pearl Art, Toni Oliver.
Los cruceristas visitaron también el interior de la catedral. Bañados por la luz de los vitrales, conocieron la Seu en profundidad y, tras inmortalizar sus rincones y reliquias, accedieron a la tienda, a la salida del templo. «Hoy se ha animado un poco con los cruceristas, que se decantan por los productos típicos de la Isla, pero no tiene nada que ver con el pasado», expresó Lucía Parabán, dependienta del comercio. Antes de conocer los exteriores del Castell de Bellver, la última parada de la excursión en Palma, visitaron también el restaurante de tapas Beewi.
Con todo el pasaje a bordo, el Costa Smeralda levó anclas a las 18.30 horas y puso rumbo a Messina. Está previsto que el crucero recale en la Isla todos los martes.
Impacto mínimo en el pequeño comercio
Si deseaban entrar en algún otro local distinto a los acordados, los cruceristas debían pedirle permiso a su cicerone, encargado de valorar el riesgo y dar su beneplácito. «Por el momento, la llegada de estos cruceros no sirve de mucho para los pequeños comercios del centro de Palma. Llegas por la mañana y ves mucha gente, pero cuando no entra nadie es una desilusión», declaró Maria Payeras, propietaria de Planet Bee, una tienda especializada en decoración y juguetes infantiles.
7 comentarios
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@ Francisco Sánchez.¿ Que tiene que ver Wembley con los cruceros? Estos turistas sí que tienen un protocolo sanitario, test antígenos,PCR, etc etc no como los que todos ya sabemos. Este es el turismo que necesitamos no lo que hay en Punta Ballena y el Arenal
En qué consistia el "estricto protocolo sanitario" , en un cicerone ?. . . Venga ya.
D'acord amb en @plebeyo. L'activitat d'aquests creuers és immoral, s'han de retirar del mercat pel benefici de tots i del medi ambient. Aquí no n'hauria d'arribar ni un
El mismo protocolo que le aplicaron a los estudiantiles. Ya sabemos como funcionan los protocolos en estas islas para los que vienen de fuera.
Como los de Cabrera o los de Porto Colom!! Lo mismo
Este navío y otros similares deberían ser enviados a la India para su desmantelamiento en bien de muchas ciudades costeras y del planeta
Como podeis mentir tanto. En Wembley ayer ni bozales ni distancias de seguridad