Pere Caminals, este pasado viernes, con En Figuera a sus espaldas, | Pere Bota

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Son las 10 de la mañana. El periodista llega a la Plaça de Cort donde ya espera Pere Caminals (Palma, 1956). Lo primero que dice es que En Figuera, del que se encargó desde 2005 hasta su reciente jubilación, marca las 10, «pero desde que he llegado hace unos minutos no se ha movido».

Por curiosidad: ¿Cuántos relojes tiene?

—Una docena.

¿Y hoy cuál lleva?

—Pues ninguno porque he salido de casa deprisa y se me ha olvidado ponérmelo.

¿Tiene especial cariño por alguno?

—Sí, por un Omega de 1970 de una edición especial, y otro, también un Omega SpeedMaster, que perteneció a mi padre.

¿Se fija si una persona lleva reloj?

—Sí, pero no porque me ayude a conocer mejor la personalidad de esa persona, sino por saber si le gustan o no los relojes.

Usted estaba predestinado a ser relojero.

—Sí, pero nunca me presionaron. A mí desde pequeño me llamaba la atención ese mundo. Pertenezco a la cuarta generación de relojeros y nunca me imaginé desempeñando otro oficio. La clave fue que ni mi padre ni mi abuelo me presionaron. Igual si lo hubieran hecho, por la típica rebeldía de juventud, me hubiera dedicado a otra cosa.

¿Cuándo fue la mejor época de Relojería Española?

—Los 60 fueron unos buenos años, con mi padre al frente, y los 80 fueron una buena época también. Luego ha habido crisis en las que hemos tenido que vender gafas y otros artículos.

¿Qué tal se llevaba con las demás relojerías?

—Con todas bien, menos con una, que siempre quería lo que nosotros teníamos.

Cerraron el negocio hace tres años. (Ahora ocupa el establecimiento Fet a Sóller).

—Sí, y fue un alivio porque las marcas cada vez apretaban más. Los márgenes eran menores, se venden muchos relojes por internet y también han hecho daño los smartwatch. Por ejemplo, nosotros teníamos la exclusiva de Omega, pero a pesar de que vendíamos el doble de lo que nos exigía, nos dijo que teníamos dos años para buscar dos marcas superiores para que tuvieran competencia. No nos interesaba y dejamos la exclusiva.

¿Sabía, cuándo entraba un cliente para comprar un reloj de señora, si el reloj era para su esposa o para la amante?

—(Risas). No lo sé, pero sí que ocurría que a veces un hombre compraba dos relojes y el mejor era para la amante.

¿Reconoce una falsificación al momento?

—Una falsificación sí, pero hay imitaciones casi perfectas. De hecho, nos llegó un reloj de alta gama para reparar con la garantía sin rellenar y hasta que la casa no lo abrió no se dio cuenta de que era falso.

¿Qué opina de la frase ‘Hasta el más tonto hace relojes’?

—Que no la ha dicho bien. Es ‘Y hasta el más tonto hace relojes’. El sentido cambia porque se usa de una forma irónica negando que el más tonto pueda hacer relojes.

¿Le ha quitado mucho el sueño En Figuera?

—No, es un gran reloj, aunque alguna Nochevieja sí que estaba preocupado porque no estaba del todo fino.

Ahora se encarga del reloj una empresa de Santanyí.

—Sí, no les conozco.

A pesar de que el Ajuntament de Palma le hizo un homenaje, no acabó bien la relación.

—Digamos que hubo un malentendido con el señor Jarabo, pero ya está.

Elija una canción: Reloj, no marques las horas o Y nos dieron las 10

—Y nos dieron las 10.

Son las 10:45 horas y en Figuera sigue marcando las 10.