Tomeu Pericás regenta la Barbería en Palma.

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Desde un antiguo tocadiscos se escucha a Frank Sinatra cantar Love’s Been Good to Me. Huele a loción de afeitado, pero de las buenas, esas que no pican. A la derecha, una imponente caja registradora de principios del siglo XX preside la mesa principal y en las paredes cuelgan fotografías y recuerdos de tiempos pasados. Detrás de la tradicional silla de barbería se encuentra Tomeu Pericás (Palma, 1961).

Pericás es uno de los últimos barberos que trabaja como antaño, y no solo por la falta de tecnología que se aprecia nada más entrar en el local, sino por el trato al cliente.

El barbero de sa Calatrava regenta la Barbería, un local que no necesita de branding, engagement, ni de community managment. Pericás opta por una de las estrategias de Marketing que mejor funcionan: ofrecer un servicio de calidad a todos sus clientes.

Desde la calle se puede apreciar el cartel donde claramente pone Barbería en un trozo de madera coloreada con los clásicos colores azul, blanco y rojo.

Al entrar en este negocio situado en el carrer Temple, uno se teletransporta a la década de los 70. Todos los detalles invitan a regresar a la época del jazz de Louis Armstrong, a la moda de Brigitte Bardot y a los activistas universitarios.

Los comienzos

«Aprendí la profesión de la mano de mi padre en una barbería en la zona de Camp Redó cuando era un niño. Más tarde, nos trasladamos a la zona del Molinar, cerca del Club Náutico, donde continué como aprendiz», explica Pericás. A principios de los 90, el maestro abrió la actual barbería, cumpliendo el pasado noviembre casi tres décadas de cortes y afeitados.

Antaño, las barberías eran el lugar de culto de muchos hombres. Eran el punto de encuentro donde los caballeros se reunían para disfrutar de extensas conversaciones, mientras que el barbero hacía su trabajo. Y Pericás lo corrobora, «las barberías eran el lugar de encuentro de los barrios, además de lugares referentes. La gente entraba y mientras se atendía a un cliente, el otro se sentaba y se montaban auténticas tertulias y debates donde surgían todo tipo de temas».

Cambios

En opinión de Pericás, el estrés está acabando con las barberías de toda la vida y con el encanto que las caracterizaba, «aunque a veces aparece ese cliente con el que puedo entablar una buena conversación mientras trabajo, e incluso después del servicio nos vamos a tomar unas cervezas», sostiene el barbero con cierta nostalgia.

Su clientela destaca por ser fija y leal. «El cliente habitual es el clásico, el de toda la vida. Es una clientela muy fiel, con la que tengo mucha confianza. Son clientes que venían de pequeños con sus padres y ahora, en edad madura, vuelven otra vez. Aunque algún jovencito se deja caer de vez en cuando», apunta el barbero.

A Pericás no le gusta la tecnología, y prueba de ello es que no tiene correo electrónico, ni web, ni datáfono, y su móvil es un Nokia 3310. «No me gusta la tecnología, no se me da bien. De momento no me ha hecho falta emplearla en mi negocio, ni en el ámbito familiar. Con esto no quiero decir que no la vaya a necesitar el día de mañana, pero de momento me va bien así».

En cuanto a las nuevas barberías de moda, Pericás sostiene que se trata de estilos y formas de trabajar diferentes. «En mi barbería prima el servicio y una atención personalizada. Cuando entra un cliente nuevo, veo desde el primero momento si ha pasado por una unisex. Yo trabajo con calma, priorizando los detalles. Con un cliente puedo llegar a estar una hora». Sin intención de jubilarse, el barbero asegura que seguirá trabajando hasta que la salud se lo permita. «Los autónomos solemos aguantar más», concluye Pericás.