Miquel Sorell llevó en una bicicleta con alforjas casi 30 kilos de peso. Afirma no tener miedo a los cambios y que es importante tener objetivos: «El viajero aún tiene sueños». | M.S.

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Sólo se había montado una vez en una bicicleta con alforjas antes de iniciar su viaje. Pinchó varias veces («al final, casi cada día»), sufrió con el frío en la montaña y se hospedó ocasionalmente con familias locales gracias a su hospitalidad. El mallorquín Miquel Sorell, periodista de profesión, curioso de la vida y de las redes sociales, acaba de regresar a Palma tras viajar durante 15 meses a su aire, sin prisa, con la idea de ir hacia el Este y con las limitaciones no previstas que le impuso la COVID-19 a partir de marzo. De hecho, su idea era llegar hasta Asia, o quizás Australia, sin fecha para regresar. Llegó hasta el norte de Irak y no tuvo más remedio que regresar cuando había puesto casi un pie en Georgia. No le dejaron bajar del avión porque no consiguió visado. Entonces, decidió regresar a Palma.

«Tenía la idea de llegar a Asia, sin un tiempo fijo, sin un destino concreto. He recorrido 6.500 kilómetros. No son muchos para tanto tiempo, pero en Grecia estuve tres meses de confinamiento serio y luego me quedé tres meses más. Uno de ellos en una isla, acampando», afirma. Viajó con la filosofía de ‘resolver los problemas cuando lleguen’, solo, sin compañía («lo prefiero, por lo menos para este viaje»), dejándose llevar y utilizando la bicicleta «como un vehículo para ir de historia en historia». No es un ciclista profesional, ni siquiera aficionado. «He ido aprendiendo sobre la marcha», afirma.

No ha tenido problemas de salud, ninguno. Su bici y sus piernas cargaron con unos 30 kilos de peso (tienda, saco, esterilla, cocinilla, ropa y tecnología) y, para tener algún ingreso, colgaba sus fotos en Youtube y en Instagram. «Apenas gastaba cinco euros al día. Viajar con pocos recursos es una buena forma de aprender. Tocas una realidad a la que no estás acostumbrado. Iba preparado para todo. Con el tiempo, incluso vas dejando cosas. Los vídeos me pueden dar para mantenerme ahora que estoy en Palma. Mi objetivo es ser un nómada digital, vivir viajando, sustentándome con mi proyecto (’Ser Nómada’)».

Tras dejar España, viajó hacia Francia, Italia, Eslovenia, Croacia, «donde me hospedé gratis en un hostal a cambio de que le hiciera unas fotos», Albania, Montenegro, Macedonia del norte, Grecia, Turquía y norte de Irak. «Sufrí bastante en el norte de Italia, en la montaña. Es un sufrimiento voluntario. Los últimos días en Irak fueron un poco durillos porque no sabía dónde ir. No todo es tan bonito. Lo más duro ha sido la burocracia». Con su cocinilla se alimentó de arroz, pasta y verduras. Compró productos locales y vivió también de la hospitalidad de la gente. «Hace tres años dejé mi trabajo. Me fui a África como voluntario. No tengo miedo al cambio. Ahí me di cuenta de cuánto me gustaba tener contacto con la gente, viajar. Para mí, es importante tener un objetivo; si no, sería un vagabundo. El viajero aún tiene sueños».