Joan Cifre, en el altillo del taller donde se guardan multitud de plantillas de las distintas embarcaciones. | Pere Bota

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La declaración de la vela latina y los oficios y conocimientos relacionados con su práctica como Bien de Interés Cultural e Inmaterial ha hecho que los mestres d’aixa vuelvan a ser noticia. Los también llamados carpinteros de ribera son artesanos que trabajan en la construcción o reparación de embarcaciones de madera. Se trata de uno de los oficios más antiguos de Mallorca y en la actualidad existen una treintena de personas reconocidas como tales.

Una de la pocas familias que cuenta en la actualidad con dos generaciones en esta actividad es la de los Cifre, de Portocolom. Jaime Cifre, de 67 años, comenzó en el oficio hace más de medio siglo. «A los 13 años había un taller de mestres d’aixa al lado de casa y al acabar la escuela obligatoria, y ante la imposibilidad de poder seguir estudiando por falta de recursos económicos en casa, entré allí». El padre de Jaime era pescador, pero ese oficio no le gustaba nada. Sin embargo, hoy es una de sus principales aficiones. «Con 13 años uno no sabe lo que quiere, pero a mí me hubiera gustado seguir estudiando. De hecho, mi maestro habló con mis padres y les habló de la posibilidad de unas becas, pero mis padres no lo vieron claro y si no había dinero no se podía estudiar. Me pasé los primeros meses trabajando mucho, pero sobre todo barriendo y limpiando el taller».

El oficio de mestre d’aixa tiene una característica principal: la paciencia. «No es un trabajo como otros en el que puedes adquirir unas nociones básicas y empezar a trabajar. Me acuerdo que mi jefe siempre me decía. ‘En el momento en el que necesite una herramienta y la tenga a mi lado sin necesidad de pedirla, sabré que estás preparado para trabajar’». Jaime estuvo unos 13 años en este taller hasta que con 27 se ‘independizó’. «La principal diferencia de mi trabajo con el que realiza mi hijo es que en mis tiempos se construían más barcos, ahora casi todo son reparaciones». Joan, su hijo, aclara que el último barco que construyó fue hace dos inviernos. «La gran mayoría de los clientes son mallorquines, pero también hay peninsulares, sobre todo catalanes, y algún alemán».

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Padre e hijo en el taller de Portocolom, que Jaime Cifre abrió hace unos 40 años.

Cambio de aires

Jaime Cifre recibió la llamada del Consell de Mallorca y durante 17 años, hasta que se jubiló, hace dos, ha enseñado a los jóvenes en el taller de la institución insular. Además ha sido uno de los grandes restauradores de la Balear. «Lo primero que les dije a los alumnos, además de que no se aprende este oficio en dos días, es que cuanto más aprendes más te gusta y más ganas tienes de mejorar». Cuando decidió dedicarse a la docencia, no hacía mucho que su hijo Joan había entrado en el taller familiar, situado en una nave de Portocolom a apenas 300 metros del mar. «Reconozco que a mí no me gustaba estudiar y en el taller de mi padre es donde tenía trabajo». Joan, poco a poco, fue cogiendo el ‘tranquillo’ al oficio de la mano de su padre. «También hemos discutido mucho, es cierto, sobre todo al final, porque cuando yo ya tenía unos conocimientos y una experiencia quería hacer las cosas de una forma diferente a lo que hacía mi padre. Pero bueno, todavía comemos juntos», comenta entre risas el vástago.

Jaime y Joan trabajaron algún tiempo juntos. Como muchos padres e hijos en esta situación, discutieron mucho, sobre todo por la diferente forma de encarar el trabajo en los últimos años.

Padre e hijo coinciden en señalar que, mientras haya barcas de madera, habrá mestres d’aixa. Sin embargo, son un poco pesimistas en cuanto al futuro. «Aún hay mucha barca de madera para reparar, pero al no construirse nuevas, este número irá descendiendo».

Que los tiempos están cambiando es un hecho. Como muestra, el comentario que hace Jaime. «En mis tiempos teníamos cuatro herramientas, ahora tienen muchas más y eléctricas». En la actualidad, ni siquiera se utiliza el aixa, herramienta en forma de azada que da nombre a este oficio.