Expertos en cultura popular de la Isla alertan sobre la importancia de proteger y difundir el origen y las costumbres propias de estas fiestas frente al famoso Halloween anglosajón

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De un tiempo a esta parte se ha impuesto que sea época de vampiros, espíritus, brujas y esqueletos. Nos guste o no, la celebración de Halloween ha tenido un impacto brutal en el imaginario popular de nuestro país. Ha dejado de ser una fiesta ‘de fuera’ que festejaban unos pocos para convertirse en los últimos 15 años en un auténtico boom social y, por supuesto, comercial, que corre el peligro de dejar de lado el mensaje de nuestra nit de les ànimes, el día de Tots Sants y de difuntos o, lo que es lo mismo, la noche del 31 exorcizamos nuestros miedos al más allá, el día 1 visitamos a nuestros seres queridos en el cementerio, y al día siguiente son ellos son los que vienen a visitarnos.

Resulta innegable que el elemento del disfraz tiene un enorme atractivo, sobre todo para los peques, pero ambas tradiciones no tienen por qué ser incompatibles. Rosarios, disfraces de ánimas, calabazas y velas como elementos decorativos de estos días, incluso el reparto de dulces entre los más pequeños de la casa, eran tradiciones típicas en Mallorca, que se han ido perdiendo con el tiempo. «Si uno escarba en los orígenes y costumbres de Halloween y Tots Sants descubrirá las innegables similitudes de ambas festividades», advierte Carme Castells, gestora cultural y directora de la Fundació Mallorca Literària, entidad que lleva unos años trabajando para dar visibilidad y difusión a los contenidos que Rafel Ginard recopiló en el Calendari Folklòric de Mallorca, un compendio que recoge el saber y las tradiciones, como la festividad de Tots Sants, de la Isla.

Orígenes similares

Si atendemos a la etimología del término Halloween como tal, deriva de la contracción de las palabras All Hallows’ Eve, que en español significa ‘víspera de Todos los Santos’. En realidad se trata de una celebración que data de hace un par de milenios, cuando los celtas festejaban la fiesta de Samhain, correspondiendo a los últimos días de octubre, con la que se ponía fin al verano y a la época de buenas cosechas antes de la llegada del invierno. Se dice que en esos días se abría un vínculo entre el mundo de los vivos y el de los muertos, pudiendo campar a sus anchas espíritus, tanto buenos como malos. Por eso se llevaban a cabo ofrendas que ayudaban a ahuyentar a los malos espíritus.

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Hasta principios del siglo XX, se colocaban velas en las ventanas para guiar a los muertos.

Al cruzar el charco a Estados Unidos eliminó su tono pagano, ganando tintes más educativos, para buscar que los niños perdieran los miedos –nocturnos y diurnos– y fueran capaces de entender desde edades tempranas la diferencia entre la vida y la muerte. La fiesta fue ganando un tono más lúdico y festivo y –aquí viene la palabra clave– comercializado.

En la cultura cristiana también existía un día dedicado a Todos los Santos, haciendo referencia a todas las personas que habían experimentado la muerte. Originariamente era el 13 de mayo, pero los papas Gregorio III y Gregorio IV decidieron trasladarla al 1 de noviembre, fecha que coincidía con la noche de la víspera de Todos los Santos según la tradición irlandesa. «Pero hay que recordar que la tradición de visitar a los muertos se remonta a los siglos XVIII y XIX, porque antes se enterraba dentro de las iglesias», recuerda Felip Munar, maestro y doctor en Filología Catalana y Lingüística General por la UIB, y un apasionado de la cultura popular mallorquina.

«Si la gente pierde el motivo por el que celebramos esta fiesta, las costumbres típicas de Mallorca se abandonan, así como la forma diferente que tiene de ver el mundo cada país o cada región, olvidaremos nuestras raíces. Es uno de los peligros de este mundo globalizado en el que nos movemos. La cultura anglosajona es muy fuerte, gracias a la televisión y el cine, que son unos vehículos de expansión muy potentes. No quiero decir con eso que las tradiciones de la Isla terminarán desapareciendo. Para eso están las escuelas y la familia, para ejercer de transmisores de este conocimiento», recalca Munar. Un punto en el que coincide Carmen Castells, que señala que «aunque la cultura de masas lo impregna todo, en ciertos aspectos estamos echando la mirada atrás».

Desfile de Halloween en New YorkÔø?
Los disfraces en la 'nit de les ànimes' eran una tradición muy arraigada en la Isla.

Costumbres en el olvido

«Cuesta creerlo hoy en día, pero en Mallorca y en buena parte del Mediterráneo, hasta principios del siglo XX era habitual salir a la calle la noche del 31, la nit de les ànimes, disfrazado de fantasma o espíritu; portaban calabazas y sandías recortadas para dar miedo con velas en su interior e ir recogiendo dulces; normalmente frutas escarchadas con las que luego se confeccionarían los rosaris. En casa, los niños participaban en el joc de les animetes, esparciendo castañas o bellotas por el suelo para los difuntos, y estos les dejarían panellets como muestra de gratitud, ¿Qué diferencia hay con Halloween? Apenas ninguna. Misma intención, diferente tono», afirma la gestora cultural.

Felip Palou agrega que hasta hace poco tiempo en las casas mallorquinas era tradición poner un plato en la mesa para el difunto más reciente de la familia, incluso se le preparaba una cama y se colocaban velas en las ventanas para que el espíritu supiera adónde debía ir».

«La gente tiene que entender cuál es el sentido de esta festividad, más allá del oropel y el tono lúdico que se ha importado. Toda tradición tiene una base y una función. Tots Sants tiene un sentido, una función psicológica colectiva más allá de zombis y disfraces. Eso no debemos perderlo», finaliza Castells.