María Palou con la Schnnauzer ‘Fletxa’ y la ratera ‘Laika’; Toni Seguí con los chihuahuas ‘Pancho’ y ‘Ninona’; Aura Estelrich con la podenca ‘Blancaneus’; Judit Garfia con el Bichón Maltés ‘Bruno’; Linda Cosgrove con el también Bichón Maltés ‘Pancho’, propiedad de Judit Garfia; Miquel Àngel Ferrer con su perro labrador ‘Buddy’; Toni Vich y José Fajardo, que posa con su perrita Beagle ‘Chispas’. | Raphel Pherrer

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Los parques de convivencia canina con los que cuenta Palma son un lugar de encuentro cada mañana y al atardacer. En municipios colindantes también han surgido grupos que sociabilizan en compañía de sus mascotas. En la vertiente sur de la alargada colina sobre la que se sustenta la población de sa Cabaneta, en el término municipal de Marratxí, una gran extensión de garriga y pinar perteneciente al predio de Son Verí Nou desciende en suave pendiente hacia Son Ametler y la zona de Es Pla de na Tesa; por este paraje todos los días transitan apaciblemente propietarios de perros para que sus mascotas se explayen correteando durante un buen rato entre matojos y sobre las calzadas desiertas de una urbanización inacabada.

Veinte años atrás

Hace aproximadamente veinte años el abogado Miquel Àngel Ferrer, junto al ya desaparecido administrativo del aeropuerto de Palma Domingo Oliver y el interiorista Toni Seguí, fueron los primeros que realizaron estos recorridos con sus animales de compañía, después de que Seguí obtuviera autorización de los propietarios, los miembros de la familia Dameto, que no pusieron ningún inconveniente a los paseos si no se realizaban nunca en determinadas zonas que suelen ser frecuentadas por perdices y otras criaturas asilvestradas; con el paso del tiempo se fueron sumando a la comitiva otros paseantes residentes en sa Cabaneta que desde entonces acuden más o menos siempre a la misma hora, dependiendo de su horario de trabajo o de otras ocupaciones personales. Los hay que hacen la ruta todos los días una o dos veces, sin excepción; otros se presentan intermitentemente cuando las circunstancias lo permiten, pero en cualquier caso dejan libres los animales de compañía para que se desahoguen en libertad en plena naturaleza y, mientras, pasan el tiempo comentando las últimas novedades perrunas y humanas.

Caminar y conversar

Desde un principio los perros aprenden a tolerarse entre sí, juegan, rastrean y hacen camarilla sin que casi nunca se produzcan fricciones, ya que cuentan con suficiente espacio como para que no surjan disputas de territorio y, sobre todo, porque con el tiempo han ido acostumbrándose a un encuentro diario que a todos les resulta placentero; además, los perros se acuerdan unos de otros porque generalmente, cuando alguno deja de presentarse durante un tiempo, es recibido con inusitado jolgorio en el momento en que se reintegra al grupo.

Por su parte los propietarios de mascotas también sociabilizan entre ellos porque han llegado a establecer una dinámica cotidiana de encuentros en los que se incluyen conversaciones sobre la salud, costumbres y anécdotas de sus mascotas, pero también acerca de cuestiones personales y de actualidad. Algunos llevan su relación más allá celebrando esporádicas reuniones gastronómicas y todos ellos se comunican mediante un grupo de WhatsApp en el que coordinan sus agendas y se avisan de inesperados obstáculos en el itinerario o cuando se producen incidencias como la localización de algún componente de esta familia perruna que se hubiera desorientado en el bosque.