Pablo Carbonell afirma que muy a menudo está haciendo cosas y su cabeza no para. Siempre está creando algo.

TW
10

Me lo imagino bailando antes de responder a mi llamada. Es lo que me dijo que estaba haciendo minutos antes de contestar. Tremendamente afable, irónico y crítico, Pablo Carbonell, humorista, actor, director de cine y escritor, actúa este sábado en s’Embat (Campos, 20.00 horas), sin multitudes, algo que suele hacer cuando los Toreros Muertos se lo permiten.

¿Por qué cree que la gente le aprecia tanto?

–Quizá es por el defecto que tengo de ser buena persona, porque tengo una educación exquisita. Mis padres se esforzaron mucho conmigo. Soy limpio, aseado y habitualmente no digo palabrotas. Tengo mucha suavidad.

Su actuación de esta noche en ‘petit comitè’ ¿es por causa del coronavirus o porque lo quiere así?

–Yo tenía una gira programada con Toreros Muertos, pero era inviable. Actuaciones como la de hoy son algo que hago muy a menudo. Alterno conciertos con cantar en solitario, presentando canciones en monólogos divertidos. La gente, ahora, está más interesada en el efecto espiritual de las canciones.

Tal y como están las cosas, ¿haría un chiste sobre la monarquía?

–Fíjate que hoy estreno una canción sobre las gilipolleces de la nobleza (condes, duques...). Es una burla. Creo que no muy tarde habría que plantearse un plebiscito para saber si queremos seguir con esta monarquía. No casa lo que se está haciendo. Me siento profundamente decepcionado por el rey emérito. Puedo perdonar todos los vicios, pero que no me afecten a mí. Debería decir: ‘Aquí está el dinero, me he vuelto a equivocar’. Después, podemos llevarnos bien.

¿Qué tipo de película dirigiría actualmente?

–Estoy a punto de dirigir una sobre la perversidad. Es un proyecto que tengo presentado por ahí. Es terrorífica, de niños muy especialitos. Bueno, son unos niños normales que hacen cosas extravagantes.

¿Pero qué cree que le gustaría ver ahora a la gente?

–No sé qué decirte. La gente necesita reirse, lo necesita como el que va a la farmacia. Yo soy muy feliz cuando oigo risas. Mis canciones siempre tienen un tono delirante.

¿Qué tal funciona ‘Pepita’ (su primera novela)?

–Ni idea, pero tengo listo un libro ecológico para niños y una oda al mar.

Es humorista, actor, director... ¿Por qué escribe?

–Tengo que justificar lo que me gusta madrugar. Estaba pensando en hacer otra novela para niños. No puedo estar sin hacer nada. El trabajo me supone salud, tener ilusiones. Casi me da lo mismo hacer una paella que una canción. Cuando vuelva de Palma me encerraré para crear un espectáculo postcovid.

Se cumplen 40 años de La Movida, qué le queda de esa etapa?

–Me queda mucho. La verdad es que fui muy feliz. Me gustaba mucho la libertad de expresión. Los grupos marginales fueron una cosa y después llegaron los hedonistas. Pero era algo divertido, poético, sin ninguna connotación política. Había un gozo, una situación placentera que intento proteger. Ser hedonista es peligroso por todo lo que está por venir. En España nos hemos enfrentado con cachondeo a todos los mangoneos que ha habido durante años. Pero esto no se puede seguir repitiendo. El covid ha traído el momento en el que se acabó tomar el peluquín a los ciudadanos.

Algunos ricos están dispuestos a pagar más impuestos. ¿Es para morirse de risa?

–No me gusta que lo diga Iglesias con cierta ironía. Ahora hay que hacerlo todo sin ofender. Si Iglesias dice que se suben los impuestos, las grandes fortunas sacan su dinero de España. Hay que parar todo esto. Coleccionar billetes –podrían coleccionar sonrisas– no tiene sentido con todo lo que está pasando, toda la pobreza que hay».