El mar, principal afectado. Restos de plástico en las playas del Archipiélago. | R.D.

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El plástico está omnipresente en nuestras vidas. Les reto a echar un vistazo a su alrededor: la botella de agua que siempre está a mano, cualquier envase en su despensa, las bolsas del súper, el bolígrafo en el escritorio... pero también se encuentra en las cañerías de casa, la ropa, en los acabados de muchos muebles, el coche o la moto, sin olvidar el smartphone último modelo o el ordenador.

Gente concienciada como Rocío Juan cuando explica que sigue la filosofía plasticariana, que consiste en abandonar el uso de los plásticos más prescindibles, señala con sorna que «lo está dejando», como si de una adicción se tratase. Y no es para menos, porque según diversas organizaciones medioambientales, el 6 por ciento del petróleo extraído en el mundo se dedica a fabricar productos de plástico.

Este material difícilmente biodegradable, que en lugar de descomponerse se fragmenta en pedazos cada vez más pequeños, hasta tornarse microscópicos, nos invade. Y el medio marino es el más afectado. Se habla mucho del avance de las islas de basura del Pacífico, pero nuestras aguas apuntan a convertirse en un gran basurero si no se toman medidas inmediatas. Mientras que las principales instituciones de las Islas ya se han puesto las pilas, diferentes entidades privadas, en complicidad con el Ejecutivo balear, también aportan su granito de arena en esta guerra. ¿Seremos capaces de vivir sin plástico?

Plastificados

Para Rocío Juan, activista contra el plástico en su casa y coordinadora del proyecto ‘Sant Joan residuo cero’, apagar la luz del baño es una victoria diaria. En su aseo personal, el plástico está casi eliminado: utiliza pastillas de jabón para evitar los botes de gel y dentífricos sólidos para no adquirir la típica pasta de dientes. Todavía le falta encontrar una alternativa a la botella de champú, porque los productos sólidos de higiene para el pelo no le van bien. Salir a hacer la compra significa cargar con su senalla repleta de botes de cristal y tuppers.

Los comercios de Palma están obligados a cobrar por las bolsas desde julio pasado.

En las grandes superficies compra lo imprescindible, pero los comestibles siempre en mercados de abastos y tiendas a granel que, aunque pocas, comienzan a proliferar en Palma, como La Granoteca, que abrió sus puertas hace casi dos años y donde uno puede comprar de todo al peso: desde sal, pasando por especias, arroz, pasta o chocolate. Ahí llega uno con sus envases y el propietario lo pesa y lo mete en tus tuppers , y si uno no tiene recipientes, se mete todo en bolsas de papel que ofrece el comercio. «Al principio, la gente te mira con cara rara cuando le dices que no quieres bolsa y sacas tus botes, luego se acostumbran», explica Rocío, que comenzó a seguir el movimiento plasticariano porque «no somos conscientes del daño que hacemos a la naturaleza, por ejemplo, bebiendo agua embotellada, cuando con un buen filtro en casa puedes beber del grifo; limpiar los platos con tufa, en lugar del estropajo; o comprar una botella individual portátil con un filtro de coco para viajar, sin necesidad de comprar agua embotellada. Son pequeños gestos que pueden hacer mucho», enumera la activista.

Concienciar

¿Sabían que en Baleares tiramos diariamente a la basura 1.5 millones de botellas de plástico? Para combatirlo, Line Hadsbjerg y su marido pusieron en marcha hace unos años el movimiento cleanwave, diseñando ampollas inoxidables y estableciendo puntos de agua potable en diferentes establecimientos de las Islas para recargarlas gratuitamente. Y con el objetivo de seguir luchando contra el plástico, iniciaron el programa escolar ‘Plàstic fora’, que tiene una treintena de escuelas en lista de espera.

Leticicia Serramalera y Tupa Rangel, responsables del programa de Save the Med Foundation contra los plásticos de un solo uso.

Line, documentalista de profesión, unió esfuerzos con los fotógrafos Pep Bonet, Manu San Félix y Francisco Márquez para llevar a cabo el documental Out of plastic, que ofrece un espacio para la reflexión en torno al impacto del plástico en nuestras vidas y el entorno natural del Archipiélago. «Si este trabajo sirve para avivar conciencias sobre el uso indiscriminado de plásticos, bienvenido sea», señala la documentalista danesa, al tiempo que recuerda un dato preocupante: a las plantas de reciclaje de Baleares solo llega el 18 % de los residuos plásticos, el resto ¿dónde termina?, se pregunta. «Nosotros aportamos nuestro granito de arena a esta guerra, y seguimos exhibiendo el documental, la próxima semana, por ejemplo, en CineCiutat», finaliza Line Hadbsjerg.

Investigación

Otra entidad que lucha contra el plástico en nuestra Comunitat es Save the Med Foundation. Además de charlas escolares y multitudinarias batidas de limpieza de playas, ha iniciado el programa ‘Baleares sin plástico’, un ambicioso proyecto capitaneado por Tupa Rangel y Leticia Serramalera en el que han participado voluntariamente 45 establecimientos de las Islas, entre cafeterías, restaurantes, supermercados, colegios o plazas de abastos, dirigido a ofrecer alternativas a los artículos plásticos de un solo uso, con el objetivo final de eliminarlos.

El análisis inicial de los negocios estudiados desprende la utilización de unos 15.000 productos plásticos de un solo uso, y con los datos obtenidos pretenden obtener un indicador de impacto medioambiental. «Mucha gente no lo sabe, pero los sobres de azúcar son sumamente dañiños. No son solo de papel, también contienen plástico, y al ser de un tamaño inferior a los 6 centímetros, no pueden reciclarse. Imagínese el impacto en el medio ambiente. Con la solución tan fácil que es colocar un dispensador de azúcar», explica Leticia Serramalera.

«Tenemos que hacer consciente al consumidor del problema, para que exija mejoras en su día a día. No buscamos lo que se llama un ‘lavado verde’, queremos ofrecer alternativas honestas al uso del plástico. Hace falta un cambio de mentalidad, y mejor que sea más pronto que tarde», finaliza esperanzada Tupa Rangel.