Carlos Morell, frente a la tienda de Apple, de lo más concurrido de Shanghái. | C.M.

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Por tercera vez en lo que llevamos de coronavirus, hemos recurrido a nuestro paisano Carlos Morell, profesor de una de las universidades de Shanghái (China), que nos da su punto de vista sobre la situación que vive, que es mucho más avanzada que la nuestra, pues, como quién dice, el fin del confinamiento ya está ahí. Pero él, como verán, es cauto al respecto. Y muy reflexivo.

«Es muy difícil describir cómo se vive la vuelta a la normalidad después de la crisis del coronavirus, porque la normalidad, por ahora y creo por mucho tiempo, ha dejado de existir. Tras casi tres meses de confinamiento, porque la gente sigue viviendo fundamentalmente en sus casas, nada es como era antes de la crisis. Estoy seguro de que en Mallorca sucederá lo mismo cuando se acabe la pandemia. Se está gestando que va a ser una nueva realidad y, consecuentemente, una nueva normalidad, por lo cual la capacidad de adaptación hará que para unos sea más difícil que para otros», reflexiona.

Primera salida al centro

«El pasado sábado fui por primera vez al centro de Shanghái para comprobar cómo se respiraba en el corazón de la ciudad. Lo primero que me sorprendió fue ver que el metro estaba semivacío y que todo el mundo llevaba mascarilla. También me di cuenta de que, como occidental, era ahora una rareza, ya que se ven muy pocos. Me bajé en la estación de Nanjing Road, la zona más bulliciosa de Shanghái. Pues bien, la calle estaba vacía y las tiendas también estaban vacías. Solo una enorme Apple Shop, que hay justo al salir del metro, estaba bastante llena de gente. Está claro que el móvil y las tabletas se han convertido en el mejor amigo y enemigo del confinado. Pero, excepto ese lugar, el centro está muy muerto».

«La gente –sigue relatando– ha dejado de consumir compulsivamente como hacía antes. Al volver a Songjiang, el distrito donde se encuentra mi universidad, fui a dar un paseo por el parque. Había muchas personas paseando y haciendo ejercicio. Todos llevaban mascarillas, aunque algunos se las bajaban. Luego me di un paseo por la calle principal y me fui de compras a Tesco. El supermercado también estaba semivacío y la mayoría de los comercios que lo rodean seguían cerrados. Los restaurantes son los que lo llevan peor. Creo que en Mallorca podría pasar lo mismo».

El arte se dispara

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«En lo que respecta a lo mío, la pintura y la universidad, son de las cosas que parece que están mejorando. En estos momentos, el interés por el arte se ha disparado. Mucha gente se interesa por la pintura y también por la música. Creo que la gente se ha vuelto menos materialista durante el período de confinamiento. El dinero sigue estando por ahí, porque es como el agua: la cantidad de dinero es siempre la misma, y todo depende de si se mueve o no. Creo que en China, el arte sale reforzado en esta crisis. La universidad ha empezado a moverse. Si quiero acceder a mi estudio tengo que solicitarlo mediante un formulario dirigido a «recursos humanos».

«Sin embargo –dice–, parece ser que a partir de finales de abril podremos volver a entrar libremente. Me refiero a los profesores y empleados de la Administración. Los alumnos empezarán a volver de manera escalonada. El primer grupo lo compondrán aquellos que se van a graduar. Será una especie de test para comprobar la seguridad. Los demás estudiantes no volverán hasta septiembre. Las clases se darán con mascarilla y al entrar se les tomará la temperatura, y a todos aquellos que superen los 37,8 grados se les hará el test del coronavirus».

La clase política

«Con respecto a mi futuro, lo veo con optimismo y sin miedo. El tiempo definirá lo que tenga que pasar. Es necesario cargarse de paciencia y entender que nada sigue igual, pero que quizá el futuro sea mejor que esa huida hacia adelante en la que se había convertido nuestras vidas».

«El mayor problema que veo, con respecto a Occidente –sigue reflexionando–, es que allí la sociedad no acepta que se acabó lo que se daba, sino que se divide en dos: los normales, que podrán adaptarse y sobrevivir y los que se aferran a la idea de que pronto volverán los cruceros a Mallorca y los hoteles se llenarán, si no de alemanes, de peninsulares. Preferiría que no se volviera a la locura que me encontré la última vez que estuve en sa Roqueta. Preferiría que nuestra cultura balear, herida de muerte gracias a la globalización y a Europa, se regenerara, y que el turismo fuera como el de antes: de hotel y de temporada. Quisiera que Mallorca volviera a ser culta y no cutre. Quisiera poder volver un día para disfrutar de su gran belleza y quizá retirarme allí en lugar de quedarme en China. Quisiera que Baleares recuperara su dignidad. Quizá esta crisis nos ofrezca una nueva oportunidad. Soy moderadamente optimista porque nuestra clase política es la peor que ha existido nunca. No hay rojos, azules o multicolores, tan solo hay vanidad, orgullo y codicia».

Referente a que desde el pasado martes cerca de cuatro millones y medio de españoles han vuelto al trabajo, Morell lo califica de «gran imprudencia. Porque para que se relajen las cosas, la población ha de estar mucho más protegida de un contagio aún muy activo. Las mascarillas son lo mejor y de estas hay trillones en el mercado».
Será en el de Shanghái.