Aspecto del casco del velero mallorquín durante la restauración en Narbona, ya pintado y listo para su botadura. | PIERRE LEGEARD

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El Miguel Caldentey, uno de los escasos pailebotes supervivientes de la antigua flota mallorquina, zarpará de nuevo. Finalizado un cuidadoso proceso de restauración del casco en Narbona, en el sur de Francia, - donde fue declarado Monumento Histórico en 1988-, el hermoso velero de 30 metros, tras recibir un nuevo aparejo, iniciará su primera singladura hacia Sete y Port Vendres, en el Rosselló. Desde el puerto vecino de Cotlliure, en tierras del antiguo Regne de Mallorca, zarpará rumbo al Port de Sóller cuyos lazos históricos, comerciales y sociales motivaron el hermanamiento entre ambas poblaciones. Construido en los astilleros Llompart de Palma, inició sus singladuras en 1916 hasta los años 70 del pasado siglo, cuando obsoleto ante el desarrollo económico y el moderno transporte marítimo, fue retirado de los servicios de carga entre Baleares y la Península. En 1973 fue adquirido por una firma francesa con propósitos turísticos, acción que lo salvó de seguir el triste destino de los otros veleros de Mallorca.

Semihundido por una vía de agua, en 2006 responsables del Consell de Mallorca visitaron el barco y tras una inspección aseguraron que era imposible recuperarlo. Sin embargo, el Gobierno de Francia incentivó una rehabilitación que continúa.

La historia del Miguel Caldentey se suma pues a la ahora deseada recuperación del antiguo Museo Marítimo (1951-1974), tras sucesivas iniciativas fracasadas y la desaparición de la mayor parte de su contenido, así como de de las embarcaciones representativas de Balears. Una realidad que ensombrece la preservación del patrimonio naval en la Isla que fue cuna de los mejores cartógrafos y mestres d’aixa, junto a ilustres marinos.