El juego completo incluye 162 cartas con políticos, casos y paraísos fiscales.

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El regalo de estas Navidades ya no es el Monopoly. Con Ladrillazo un jugador puede corromper políticos, convertirse en conseguidor de pelotazos, animar a mamandurrias y jalear pelotazos urbanísticos. El juego Ladrillazo guarda un sitio a la corrupción mallorquina y en toda España un puede jugar con Jaume Matas y Maria Antònia Munar o participar de casos de corrupción como Can Domenge o Andratx.

El creador de Ladrillazo es Francisco Fernández y junto a su socio Alejandro Pérez, lanzaron este juego en 2017. En las últimas semanas está viviendo un repunte de ventas, quizás porque «hay un runrun de que esta nueva burbuja inmobiliaria va a estallar». La propuesta de este juego no puede ser más atractiva: «Siempre has querido ser un empresario corrupto y ahora al fin puedes».

Las cartas de Ladrillazo repasan todos los casos de corrupción de España, entre los que destacan los mallorquines. «En una primera versión había más de 600 cartas. Había una categoría, las Cartas de Esconder Dinero, que permitían a los jugadores guardar capitales en un bote de colacao, una bolsa de basura enterrada en el jardín, un maletín o un paraíso fiscal», dice el creador de Ladrillazo. Finalmente son 162 las cartas que componen esta baraja, todas ellas corresponden a casos reales y a personajes o lugares que protagonizaron escándalos en el último decenio. El objetivo es poner las ganancias a salvo.

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Especular

Recalificar terrenos, especular con la vivienda, enredar a políticos y constructores e hipotecar a los ciudadanos son la premisa de Ladrillazo. «Sumérgete en el milagro económico y hazte millonario antes de que se acabe el dinero y llegue la crisis», promete el juego.

«En este juego hay mucha ironía y sarcasmo, pero no hay chufla. Son cosas serias y queríamos transmitir a la gente que nos rodea que la burbuja nos ha afectado. Al jugar, entras en un cóctel de cocaína, viagra, sensación de impunidad y mucho dinero que explica ese estado mental», con el que se gestó la burbuja inmobiliaria, explica Fernández.

«Puede parecer ironía, pero se cerraban tratos en prostíbulos que sí eran alegres pero que acababan con auténticos dramas económicos y territoriales», dice Fernández, que empezó a gestar el juego en 2013. Ladrillazo ya va por su tercera edición.