Martín Berasategui en el náutico de Palma. | M. À. Cañellas

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Tiene 10 estrellas Michelin, nueve Soles de la Guía Repsol y 18 prestigiosos Diamantes en sus restaurantes en Sudamérica. A pesar de todo ello, Martín Berasategui habla con más devoción de su familia que de sus logros, a los que están vinculados tantos ellos como su equipo.

¿Martín o don Martín?

—Martín, Martín, nada más.

¿Cómo sigue su proyecto en Mallorca?

—Empezará a funcionar en primavera, estamos dentro de los plazos. Tengo muchísima ilusión, es un proyecto único y totalmente nuevo para mí. Tendrá varios puntos de gastronomía, presentaciones, conciertos. HIT es un proyecto para disfrutar. Me tiene con las pilas cargadas, a mí, a mi familia y a mi equipo. Mi vida está llena de proyectos.

¿HIT?

—Sí, así es como se llama. Significa fuerza, coraje, trabajo, inconformismo. Yo soy todo eso. Soy la fuerza que mueve las aspas de un molino donde trabaja mucha gente. Cumplo 60 años cuando se inaugure. Es el mejor regalo que puedo tener y el mejor que puedo hacer.

¿Le preocupa mucho cumplir años?

—Me preocupa tener salud, es lo más importante. Me siento como pez en el agua trabajando, transmitiendo felicidad. He sido pionero en salir fuera, sin miedo ni vergüenza. En el año 75 era una profesión más, pero todos hemos cambiado el mundo de la cocina. Hemos puesto un valor a nuestra profesión».

¿Se ha planteado acercarse a la gente más corriente?

—Soy el mismo Martín que se perdía por el casco viejo de mi tierra. Yo hago trajes a la carta. Es decir, tengo restaurantes donde el cliente es el que pone el precio. Mi cocina es accesible a todo el mundo. Siempre he sido una persona con sentido común. Yo no soy para unos pocos. No puedo tener los mejores orígenes. He intentado ser un buen maestro, padre, hijo... Para mí es importante todo el mundo.

¿Desconecta alguna vez?

—Soy tan disfrutón con la cocina que no quiero desconectar. Me han pasado cosas tan bonitas como cocinero que quiero seguir viviendo este sueño.

Con 10 estrellas Michelin, ¿se pone nervioso la víspera de nombrar a los premiados?

—Muchísimo, son nuestras medallas de oro gastronómicas. Es como recoger el trabajo de todo un año. Las estrellas Michelin nos han cambiado mucho la profesión.

La cocina mallorquina, ¿tiene buena salud?

—La mejor salud que haya tenido nunca. Tiene una cesta de la compra impresionante y sus profesionales no dejan de sorprender.