Bebé, Cata, Felipe, Toni, Lluís y Marita, y Mariano quedan cada viernes. | Julián Aguirre

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Este viernes. 14.00 horas. Los clientes empiezan a llegar al restaurante Los Rafaeles. Los comensales no difieren mucho de los de los otros días de la semana. Gente de mediana edad. Algunos de ellos, con carpetas y portafolios en mano, se disponen a degustar las viandas de este clásico de la gastronomía de Palma. La cosa cambia a la hora de servir los primeros postres. La música comienza a animar el ambiente y, con la primera copa, la alegría se desborda. Muchos han querido comer en este restaurante, pero no han encontrado sitio. «Hace tiempo que queríamos venir, pero es que era imposible hasta entrar. Hoy (por este viernes) hemos comido en un local cercano y hemos venido ahora, que se puede entrar, porque dentro de una hora será imposible», comenta Silvia, que ha venido con su amigo Carlos.

Son las 17.00 horas y el restaurante se va vaciando. Conseguir una copa en la barra se va convirtiendo poco a poco en una odisea. Los fumadores salen a los soportales a fumar.

Un rápido vistazo permite ver a gente conocida: el empresario hotelero Antoni Horrach y la secretaria de Estado de Turismo, Isabel Oliver, comparten mesa no lejos de donde el exdelegado del Gobierno, Ramon Socias, disfruta de la sobremesa con un grupo de amigos, al igual que el exfutbolista del Real Mallorca Pep Lluís Martí.

Quienes han venido a celebrar una comida mitad ocio mitad trabajo van desapareciendo y los que han venido con más ganas de juerga van tomando posiciones.

Tana, Pilar, Fany y Cristina son cuatro amigas que han comido en el restaurante Sa Ronda, de la Avenida Argentina, y tienen previsto acercarse más tarde por Los Rafaeles. «Solemos salir los viernes y también los sábados, tanto de Tardeo como por la noche. Salimos sobre todo a pasárnoslo bien», comentan estas mujeres –que trabajan de funcionarias y como comercial–, mientras saborean una copa de cava. Fany, la única del grupo que tiene pareja, añade en referencia a sus amigas: «Si quisieran, ligarían lo que quisieran; sobre todo, ésta» y señala a una de ellas.

En la mesa del al lado, un grupo formado por siete amigos y amigas pide la primera copa. «Solemos quedar cada viernes y comemos aquí, en Los Rafaeles o en La Vasca, de la calle Bonaire», comenta Mariano, que se dedica al mundo de las telecomunicaciones.

La gente que disfruta del Vierneo no es tan variada como en el Tardeo sabatino. La media de edad sube un poco y se puede ver un perfil de clientes de profesiones liberales, como abogados, funcionarios de Justicia y empresarios. Y también, el Vierneo, hasta la fecha, se mueve en un entorno mucho más reducido que el Tardeo que, además de Santa Catalina, se va adueñando de otras zonas del Marítim.

La noche va cayendo y las colas en Los Rafaeles se suceden para pedir una copa y también para ir al baño. El ambiente se va caldeando y el volumen de las voces va creciendo a medida que el alcohol va haciendo efecto en los cuerpos. Un poco antes de las 20.00 horas, Jaime Pizá, ‘alma mater’ de Los Rafaeles, hace que los clientes se vayan porque tiene que preparar el servicio de cenas. Para muchos, es hora de retirarse. Para otros, la noche no ha hecho más que comenzar y todavía queda todo el fin de semana por delante.