Algunas familias propietarias de puestos en las plazas de Pere Garau, l’Olivar y Santa Catalina van ya por la tercera generación. | Ultima Hora

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El mercado no es sólo su vida, sino que también lo fue la de sus padres y ahora de sus hijos. Algunos de los protagonistas de este reportaje están jubilados, pero siguen acudiendo a su puesto. Es lo que han hecho la mayor parte de su existencia y lo que les gusta hacer. La devoción gana por goleada a la obligación.

CARNICERÍA CAN JAUME

Jaime Aguiló: «No siempre tuve claro dedicarme a este oficio y estudié Graduado Social»

«Pertenezco a la cuarta generación que se dedica al mercado de la carne, pero mi bisabuelo no cuenta porque vendía animales vivos, no carne en trozo», explica Jaime Aguiló, propietario de la carnicería Can Jaume, del Mercat de l’Olivar. «El negocio mantiene el nombre desde los tiempos de mi abuelo Jaime». Su nieto muestra una imagen tomada en el segundo puesto que tuvo la familia en el Olivar en el que se ve a su tío Fernando, su padre Miguel y el abuelo Jaime en los años 60. «No siempre tuve claro dedicarme a este oficio. Mi padre me dijo que podía estudiar Graduado Social, pero sólo si seguía trabajando en la carnicería. Me hubiera gustado también estudiar Derecho», comenta con cierta pena. Jaime cree que «la carne de ahora es mejor que la de antes. La criamos nosotros y llegamos a sacar unos sabores increíbles. También tengo una angus de Texas, pero es que es muy especial». Jaime decidió diversificar el negocio y también tiene en el mercado un bar y un puesto de legumbres. «Cuando me jubile no sé qué pasará. Tengo una hija, pero estudió Magisterio, que es su vocación. Antes de empezar la carrera tuvo alguna duda y pensó en trabajar aquí, pero se la quité rápido de la cabeza».

CHARCUTERíA IZQUIERDO

Virgilio Izquierdo: «Los años 70 fueron la mejor época porque había mucho menos gastos»

La madre de Virgilio Izquierdo, de 93 años de edad, aún acude cada mañana a su puesto del Mercat de Santa Catalina. «Vengo para que mi hijo y mi nieta no tengan que venir a verme a casa», explica Maria Tarongí, viuda de Fausto Izquierdo, que empezó el negocio en los años 50. «A mí me hubiera gustado estudiar ciencias exactas, pero mi padre enfermó y tuve que ponerme a ayudar en el negocio», explica Virgilio Izquierdo, quien trabaja junto a su hija María. «Hay una parte de este trabajo que es la de conocer nuevos productos y hacer pedidos, que me gusta, pero en cambio me cuesta mucho estar de cara al público», comenta la joven. Virgilio cuenta una anécdota que ilustra cómo eran otros tiempos. «Mi abuelo tenía la obsesión de que se viera siempre el puesto lleno y entonces colgaba decenas de salchichones, que en realidad eran palos de madera envueltos». Hoy los tiempos han cambiado y no es necesaria esta triquiñuela. Virgilio, que también es el presidente de este mercado, explica cuál fue la mejor época de los mercados. «Como los años 70, nada. Los márgenes eran los mismos que ahora, pero los gastos, sobre todo de impuestos, mucho más pequeños. La filosofía de este puesto ha sido siempre la excelencia. «Trabajamos con lo mejor, no con marcas y cuanto más pequeña sea la empresa, mejor».

CARNICERÍA BONNÍN

Pep Bonnín: «La carne de antes era mejor, pero ahora existe una mayor variedad»

«En los años 70 se ganaba un dineral, ahora da para vivir con desahogo», comenta Pep Bonnín, toda una institución en el Mercat de Pere Garau, donde ha trabajado desde los 16 años hasta los 65. «También hay que decir que se trabaja mucho. Yo me levantaba cada día a las 4 ó 5 de la mañana, aunque es verdad que a las 3 de la tarde acababa». Pep cuenta en la actualidad con 75 años y no es que siga acudiendo cada día al mercado, sino que sigue siendo su presidente. «El anterior que ocupó el cargo dimitió y cogí las riendas. Además, vengo porque los puestos están a mi nombre», puntualiza. En el más antiguo trabajan sus hijos Paquita y Pepo y en otro, muy cerca, Lina. Respecto al género, Bonnín lo tiene claro: «La carne de antes era mejor, pero ahora hay más variedad». El ‘patriarca’ del mercado comenta que el problema de este mercado es en verano, cuando se va mucha gente. Pero no duda en tirar para casa y afirma: «Por calidad y precio no busques en otro. El de Pere Garau es el mejor».

PESCADERÍA PAULA

José Palomares: «Es más complicado haber trabajado con los hijos que con la mujer»

«Nunca me gustó estudiar, así que a los 13 años comencé a trabajar en el bar Lírico y a los 16 en la pescadería. Mis padres empezaron en el negocio en 1965 y yo entré en 1969». En la actualidad, quien lo lleva es su mujer, Paula, que da nombre a este negocio de Pere Garau, y su hijo Ramón. José, jubilado desde hace poco más de un año, quiere recordar la figura de Joan Morey Melis. «Dejó un puesto a mi familia y luego me regaló otro». El negocio sufrió serias dificultades. «Me salvó el apostar por el pescado congelado. Antes era de mucho mejor calidad, ahora tiene muchísima agua». José explica que trabajar con la familia «esa complicado, más con los hijos que con la mujer, ya que ellos, por la diferencia de edad, ven algunos aspectos de forma diferente». Cuando se le pregunta por el precio del pescado, este hombre de aspecto amable y socarrón se pone serio. «Desde que se puso el sistema de subasta, los precios se han triplicado». Como ocurre con la carne, la variedad ahora es mucho mayor que cuando empezó en el negocio. «Antes sólo había pescado de aquí, y tampoco mucho».

FRUTAS Y VERDURAS CONTESTÍ

Miquel Contestí: «Estoy jubilado y no puedo despachar; ahora soy el criado de todos»

«Mi padre tenía una finca y era productor de frutas y verduras. Así empezó todo», comenta Miquel Contestí, que heredó el negocio de su padre, abierto en 1956. «Dos años más tarde entré yo. Tenía 14 años y ayudaba en lo que podía al salir del colegio». Miquel, que es el presidente del Mercat de Santa Catalina, también está ya jubilado desde hace 8 años, pero como si no lo estuviera. «Salvo despachar, que no puedo, hago de todo. Hay que estar al pie del cañón, aunque en el fondo soy el criado de todos», explica mientras circunda su puesto, sin duda el de mayor tamaño de todo el mercado «Sí, es el más grande, pero también el que más gasto genera. Al mes pago unos 1.700 ó 1.800 euros». Los tiempos han cambiado desde los inicios. «Antes se vendía al por mayor y había muy poco género, prácticamente lo que nosotros producíamos. Ahora tenemos más de 150 productos, aunque una parte importante de frutas, pero sobre todo de verduras, son de nuestra finca». La innovación ha sido una constante en esta familia. «Recuerdo que fuimos los segundos en tener pimientos de invernadero y tomates, lo que fue muy rentable». Este comerciante añora los tiempos anteriores a la llegada del euro. «Con la moneda única europea, el género subió un montón».

Su mujer, Catalina Ramis, y sus hijos Bernat y Andrés llevan en la actualidad el negocio. «Tengo otro hijo, pero se dedica a otra actividad. Bernat está aquí desde que acabó el colegio y Andrés probó en otra empresa, pero a los pocos meses ya me dijo si podía trabajar conmigo». Cuando se va del puesto cuida de sus árboles frutales y de su otra gran pasión: la cría de caballos de trote.