Jaime Colombás posa con una Cessna 172 en el aeródromo de Son Bonet. | Teresa Ayuga

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Jaime Colombás (Palma, 1968) veraneaba de pequeño en la urbanización Bellavista, donde reside en la actualidad, y se pasaba las horas mirando al cielo esperando el aterrizaje o el despegue de un avión. «Era capaz de identificar todos los modelos», explica en su despacho de presidente del Real Aeroclub de Balears, ubicado en el aeródromo de Son Bonet.

Cuando acabó el colegio, Jaime quiso estudiar para ser piloto, «pero mis padres se opusieron. Con el tiempo, mi madre reconoció que se había equivocado. Después, incluso ha volado varias veces conmigo».

Su pasión por pilotar una aeronave siguió intacta, pero no fue hasta hace 10 años que se sacó la licencia. «Hasta los 40 preferí invertir el dinero en dar una seguridad a mi familia». Pero cumplidos los ocho lustros, logró su sueño. «Comencé a volar con Miquel Nadal. Sólo puedo decir de él que es mi amigo y un excelente piloto», comenta en referencia al expolítico de UM.

Colombás acumula 1.200 horas en el aire y cada año suele volar entre 100 y 150, «lo que para un piloto privado es mucho».

Este empresario del sector industrial ha conseguido situarse entre los mejores pilotos de España y actualmente ocupa el cuarto puesto en el ránking nacional. «Los campeonatos suelen tener cuatro etapas de unas dos horas de duración cada una. «Debemos realizar un recorrido y lo más importante es la precisión. Tener una buena avioneta es importante, pero no por la velocidad, sino porque tenga la mayor visibilidad posible y sea muy buena en los giros».

En estas competiciones no están permitidos los elementos electrónicos y los participantes cuentan como elementos para orientarse los mapas y la brújula.

Una avioneta típica de esta clase de pruebas es la Cessna 172, que cuenta con un motor de 160 CV-180CV, puede alcanzar los 110 nudos (unos 205 km/h) y cuenta con una autonomía de más de cuatro horas. «Ahí arriba, lo que se respira es libertad», concluye.