Aicha, procedente del Sáhara, lleva desde principios de julio con la familia de Martina Barceló, quien conoce a la familia de la pequeña: «Admiro a su abuela por su ingenio, fortaleza y alegría», explica. El proceso de adaptación a la Isla fue fácil después de los primeros días: «Aicha es muy inteligente y tímida al principio, pero cuando coge confianza es bromista, simpática y muy dulce», apunta Barceló.
El día de la joven empieza en una escola d'estiu en Son Moix, donde se relaciona con otros niños de su edad y realiza actividades deportivas. «Me da mucha alegría cuando veo que ya empieza a saber nadar», añade su madre de acogida. La pequeña Aicha dice que le gusta ir a la piscina, jugar con Inma, nieta de Martina, e ir a Caimari a visitar a su ‘tía de acogida'. También visitan a una amiga en sa Riera con otra chica saharaui. El choque cultural es también un gran cambio. «No tienen el mismo control del tiempo y, además, los chicos y las chicas no se sientan juntos ni comen en los mismos lugares», apunta Barceló.
Como en casa
Ekaterina es natural de la ciudad rusa de Novozybkov, afectada por el desastre nuclear de Chernóbil. Toni Ponce y Rosa Casaña consiguieron apadrinarla «gracias una noticia del periódico que decía que se necesitaban más padres de acogida para completar el cupo», afirman. La adaptación también fue fácil porque «mantiene contacto cada día con sus padres por Skype, siempre a la misma hora», explica Rosa.
La familia de acogida la considera «muy extrovertida, educada y hace amistades con niños de su edad fácilmente». A la pequeña le encanta bucear, las nuevas tecnologías y le apasiona el slime. Pero lo que más le gusta son las tiendas, la piscina y adora tener a una ‘hermana de acogida' mayor como Judit, hija de Toni y Teresa. Pese a que la joven admite sentirse muy cómoda, lo que más añora de su país es «ayudar a mis padres en el campo y estar cerca de ellos y mis amigos», relata.
Ekaterina, pese a no saber hablar español, se comunica con su familia de acogida con el traductor del móvil y mediante una traductora de la asociación, aunque «pese a que nos aconsejaron llamarla más a menudo, no nos ha hecho falta», indica Toni Ponce.
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