Tanto pediatras como psicólogos coinciden en la necesidad de ser comedidos. | Andrew Neel

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Las fiestas navideñas son una época del año muy especial para los niños por la llegada de Papá Noel o los Reyes Magos, pero tanto pediatras como psicólogos coinciden en la necesidad de ser comedidos ya que el exceso de regalos puede acabar sobreestimulando a los menores y reducir su nivel de tolerancia a la frustración.

«Puede conducir incluso a una apatía total, provocando que los niños pierdan la ilusión debido a un exceso de estímulos positivos», según ha destacado el jefe de Pediatría y Adolescencia del Instituto Aragonés de Servicios Sociales, Gonzalo Oliván, también miembro de Top Doctors.

Cuando tienen pocos regalos los disfrutan de forma plena, pero, cuando hay muchos, pierden la capacidad de centrarse en un único regalo y disfrutarlo plenamente. «La emoción se dispersa, hasta desaparecer», ha reconocido, provocando reacciones de protesta o frustración tales como «esto no lo quería», «no me han traído esto otro» o «esto sí lo quería, pero ya no».

Para evitar estas situaciones, los especialistas recomiendan poner límites desde el mismo momento de elaborar la lista de deseos. «Es necesario hablarlo e intentar coordinarlo», según este experto, incluso con el resto de la familia y amigos donde Papá Noel o los Reyes también dejan regalos.

De hecho, ha añadido la pediatra Luzdivina García Morales, también miembro de Top Doctors, los niños no se frustran por no poder recibir todo lo que han pedido pero, si se les conceden todas sus exigencias, se les puede convertir en adultos continuamente insatisfechos y por ello es mejor advertirles previamente de que sus peticiones tendrán límites.

Para ello hay algunas fórmulas a las que recurrir, como explicar a los niños que cada Rey Mago trae un único regalo o que dejan uno en cada casa (de abuelos o tíos). «Es asombroso cómo los niños pueden razonar y adaptarse sin problema a esos ajustes», ha admitido.

La ilusión de los padres, peor que la del niño

Otro problema de estas fechas es el de gestionar las expectativas de los padres, en ocasiones incluso mayores que las de los niños, ya que pueden llegar a generar en los más pequeños necesidades que hasta entonces no tenían o ni se habían planteado.

«El esfuerzo que supone concederles todo lo que piden o sorprenderles con algo que va más allá puede llegar a convertirse en un mecanismo compensatorio, porque verles disfrutar, nos hace felices. Sin embargo, hay que quitarse la idea errónea de que en la cantidad o en la cuantía económica está la felicidad de los niños», según García Morales.

De hecho, ha añadido, la verdadera clave está en ayudar al niño a decidirse por algo concreto que le haga mucha ilusión y fomentarla. «En vez de quebrarnos la cabeza en busca del regalo ideal hay que conseguir convertir la Navidad en un momento mágico que los niños esperen con anhelo, sabiendo incentivar el entusiasmo, no solo durante el mes de diciembre, sino durante el resto del año», según esta pediatra.