TW
0

La Dirección General de Tráfico (DGT) ha pedido ayuda a la Iglesia para reducir los accidentes de tráfico a través de la sensibilización. «Nos han pedido que les ayudemos a concienciar a la población sobre cómo tienen que comportarse en la carretera», ha explicado el director del departamento de Pastoral de la Carretera del Episcopado español, Juan Antonio Rivera.

La petición se realizó con ocasión de unas jornadas de pastoral de la carretera organizadas por la Conferencia Episcopal, que tenían entre sus objetivos recibir por parte de las autoridades el papel que la Iglesia debe jugar en el campo de la movilidad. La Iglesia ya ha colaborado con la seguridad vial con diversas iniciativas, entre ellas una campaña anual, y un decálogo sobre conducción que emitió en 2007, en el que el primer mandamiento era 'No matarás'.

La Conferencia Episcopal Española (CEE) organizó unas jornadas de pastoral de la carretera en las que participaron representantes de la DGT, la Guardia Civil de Tráfico, de las autoescuelas o los conductores de autobús, entre otros colectivos. En junio de 2007, el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Inmigrantes e Itinerantes lanzó un decálogo, «a semejanza de los diez mandamientos», con el objetivo de elaborar normas defensoras de la seguridad vial.

Los mandamientos del conductor comienzan con el clásico «No matarás», que es el único de los originales que se mantiene. «La carretera será punto de comunión entre las personas y no lo será de daño mortal», reza el segundo. La «cortesía», la «honradez» y la «prudencia» son la clave de la tercera premisa del conductor. El coche puede ser una forma para ser «caritativo y ayudar al prójimo en su necesidad, especialmente a las víctimas de los accidentes», aconseja el cuarto punto. El quinto sugiere que el coche no se convierta en «expresión de poder y dominación, y en un instrumento de pecado». La séptima orientación aboga por que nadie se ponga al volante cuando no estén las condiciones más «adecuadas».

«Socorrer a las familias de las víctimas» es el séptimo punto, seguido de una recomendación del Vaticano que, en su octavo mandamiento, insta a los conductores culpables y víctimas de un accidente a ponerse en contacto con un sacerdote para experimentar «la liberadora experiencia del perdón». «Proteger al grupo más vulnerable» y sentir «responsabilidad» hacia los demás cierran la lista.