El Papa besa la Piedra de la Unción en la Iglesia del Santo Sepulcro. Foto: EFE

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EFE-JERUSALEM

Benedicto XVI se despidió ayer de Tierra Santa con un llamamiento a que los estados de Israel y Palestina, con fronteras reconocidas, puedan convivir en paz, y a que no haya más terrorismo ni más guerras.

«Dejad que la solución de dos Estados se convierta en una realidad y no siga siendo un sueño», dijo frente al presidente de Israel, Simón Peres, y al primer ministro, Benjamín Netanyahu, quien rechaza esa fórmula.

«Hay que romper el círculo de la violencia», expresó en su discurso de despedida en el aeropuerto de Tel Aviv, justo antes de volar de regreso a Roma, y en el que abogó por una paz basada en la justicia y la reconciliación.

Condena al Holocausto

El Papa también volvió a condenar el Holocausto, al que llamó «un mal», recordó su visita al campo de exterminio nazi de Auschwitz, en Polonia, donde dijo murieron padres, hermanos, maridos, esposos, amigos a causa de un «régimen sin Dios, de una ideología de odio, antisemita».

«Es un capítulo que jamás se puede olvidar o negar», agregó.

El último día en Jerusalén lo dedicó al Santo Sepulcro, donde pidió un futuro de justicia, de paz, de prosperidad, y a reunirse con armenios y ortodoxos, ante quienes abogó por la unidad de los cristianos.

«Aquí murió y resucitó para no morir más. Aquí la historia de la humanidad cambió definitivamente. El largo dominio del pecado y de la muerte fue destruido por el triunfo de la obediencia y de la vida. Aquí Cristo nos ha enseñado que el mal no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte, que nuestro futuro y el de la humanidad está en las manos de un Dios previsor y fiel», apuntó.

Antes de visitar el Sepulcro, el Papa se reunió con el patriarca ortodoxo Teófilo III, ante el que manifestó que todos los seguidores de Cristo deben «redoblar» los esfuerzos «para perfeccionar la comunión» (unidad), y hacerla completa, ya que la división «es una vergüenza» que quita credibilidad al anuncio del Evangelio.

La primera etapa del viaje la desarrolló en Jordania, donde visitó el Monte Nebo, en el que, como Moisés, vio la Tierra Prometida.

En Ammán, Benedicto XVI invocó una «paz duradera y una verdadera justicia para todos los que viven en Oriente Medio», y pidió a los cristianos que, a pesar de las dificultades en las que viven, no abandonen esta tierra, «ya que son indispensables para la paz».

El Pontífice abogó por un «diálogo trilateral» entre las tres religiones monoteístas», la cristiana, la judía y la musulmana.

Por segunda vez pisó una mezquita, la de Al Husein Bin Talal, de Ammán, y en un encuentro con los líderes religiosos musulmanes denunció que las religiones quedan «desfiguradas» cuando «sirven a la ignorancia y el prejuicio, el desprecio, la violencia y el abuso».