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JUAN LARA-ROMA
El Pontífice hizo estas manifestaciones en el discurso que dirigió a los cardenales presentes estos días en el Vaticano, a los que recibió en la Sala Clementina y agradeció la confianza que han depositado en él al elegirle sucesor de Pedro. «Es un acto de confianza que me anima a emprender esta misión con más serenidad, ya que además de contar con la ayuda de Dios cuento con vuestra generosa colaboración. Os lo suplico, que no me falte vuestra ayuda», afirmó el Papa Ratzinger ante los purpurados.

El nuevo Papa añadió que si por una parte es consciente «de los límites de mi persona y de mi capacidad», por otra «sabe bien» cuál es la misión que le ha sido confiada, «y me dispongo a desarrollarla con abnegación interior». «No se trata de honores, sino de realizar un servicio con sencillez y disponibilidad, imitando a nuestro Maestro y Señor, que no vino a ser servido sino a servir y en la Última Cena lavó los pies de los apóstoles pidiéndole que hicieran lo mismo. Por ello, tanto a mí como a todos nosotros, sólo nos queda que aceptar la voluntad de Dios y dar lo mejor», afirmó con sencillez pero con determinación.

Ratzinger, a quien en algunos momentos de la audiencia se le vio emocionado, expresó ante los purpurados los sentimientos que le invaden en estos días de tantos eventos extraordinarios, destacando «un vivo deseo» de agradecimiento de corazón y «un sentido de impotencia ante las obligaciones que me esperan». Subrayó también la íntima necesidad de «silencio» y reiteró su agradecimiento a Dios «que me ha querido a pesar de mi fragilidad humana».