«No me ha importado esperar cuatro horas» aseguraba Jaume
Soberats de sa Pobla, «es más, como en los buenos partidos de
fútbol el tiempo me ha pasado volando». Jaume Alemany, vicario
episcopal de la Part Forana, cifraba en unos doscientos el número
de mallorquines que habían viajado con su grupo, aparte de los que
se desplazaron el fin de semana a la capital por cuenta propia.
Ni el fuerte calor ni las aglomeraciones fueron un impedimento
para disfrutar de la mañana escuchando y observando al Papa.
«Estábamos en tercera fila, lo hemos visto muy cerca ha sido
emocionantísimo» contaba Marisa Hernández, una argentina que vive
en Mallorca desde hace dos años. ¡Qué acto más digno! exclamaba
excitada Catalina Mir, de Lluchmajor. «Estábamos comentando con un
grupo de filipinos que teníamos al lado el valor que tiene el Santo
Padre de desplazarse como lo hace».
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