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Los seis niños de religión musulmana que rechaza el colegio concertado católico de Ripollet que les ha sido asignado, por ser contrario a su religión siguen sin escolarizar. El cabeza de familia se resiste a que sus hijos se eduquen rodeados de símbolos cristianos y solicita un centro público. Distintas instituciones laicas y católicas se han manifestado a favor de que sean los padres quienes tengan la última palabra en la educación de sus hijos, mientras el Gobierno mantiene que lo esencial es el cumplimiento del derecho a la escolarización.

Como ya ocurrió con el caso de la niña de San Lorenzo de El Escorial, la ministra de Educación Pilar del Castillo y el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Juan Carlos Aparicio, han sido los encargados de hacer pública la posición del Gobierno. Ambos coinciden en que lo que debe primar en estos casos es el derecho de los niños ha recibir una educación y, por lo tanto, el deber de los padres a escolarizarles con independencia del origen o nacionalidad de la familia.

La Generalitat afirma que buscó la opción más ajustada a los deseos de la familia, pero que no pondrá ningún obstáculo al traslado a un centro público en cuanto la familia lo solicite formalmente. La asociación de padres de alumnos de centros concertados aseguran que los escolares deben asistir al centro que les toque y la de centros católicos se muestran a favor de que el derecho a escoger la educación de los hijos sea prioritario.