Cristianos y musulmanes mantuvieron, en todo momento, una actitud
de respeto mutuo que permitió que la jornada papal se desarrollara
con absoluta normalidad y sin que nada empañara la visita de Juan
Pablo II. Entre grandes medidas de seguridad y con un impresionante
despliegue de la policía israelí, el vehículo del Papa pudo
recorrer las calles del centro de Nazaret y ser saludado por miles
de fieles cristianos que aguardaban su visita.
Pero no sólo cristianos, también muchos musulmanes salieron a
las calles para ver pasar al jefe de la Iglesia católica. «Éste es
un momento de felicidad en mi vida. La visita del Papa demuestra
que todas las religiones son una porque todos rezamos al mismo
Dios», decía emocionado Mohamed Alwan, un anciano musulmán de 84
años. También los cristianos se declaraban satisfechos de cómo
había transcurrido la visita del Papa. «Sin ninguna duda, éste es
el momento más hermoso de mi vida» decía, con su pequeña hija en
brazos, Nasrin Joury, de religión cristiana.
Los cristianos de Nazaret veían en la llegada de Juan Pablo II
un importante respaldo moral. Los meses previos a la visita de Juan
Pablo II a Nazaret estuvieron marcados por el deterioro de las
relaciones entre la mayoría musulmana y la minoría cristiana en
esta ciudad israelí, de mayoría árabe. La disputa se originó a
propósito de un terreno frente a la Basílica de la Anunciación, el
lugar en el que según la tradición cristiana el arcángel San
Gabriel anunció a María que concebiría al hijo de Dios.
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