El papa Juan Pablo II condenó ayer, en el día de Navidad, el
«insensato uso de las armas», las guerras, el racismo, los campos
de exterminio y la negación de los derechos fundamentales de las
personas, y pidió a los gobernantes que se comprometan para que sea
respetado el derecho a la vida. Pocas horas después de que abriera
la Puerta Santa de San Pedro del Vaticano, Juan Pablo II pronunció
desde el balcón de la logia central de la restaurada fachada de la
basílica el tradicional mensaje de Navidad, en el que resaltó que
este día es más santo que en otras ocasiones porque además del
nacimiento de Cristo celebramos el comienzo del Gran Jubileo.
Tras dar gracias a Dios «por el bien realizado en estos pasados
siglos», Juan Pablo II se disculpó ante Cristo porque en estos
años, a veces la Humanidad ha buscado fuera de Él la Verdad,
«fabricando falsas verdades y corriendo tras ideologías falaces».
«A veces el hombre ha excluido del propio respeto y amor a hermanos
de otras razas o distintas religiones y ha negado los derechos
fundamentales a las personas y a las naciones», manifestó el Papa
ante varias decenas de miles de personas reunidas en la plaza de
San Pedro de El Vaticano.
Juan Pablo II también se refirió a los «muchos lugares del dolor
y de la guerra, donde reposan las víctimas de conflictos y de
crueles exterminios», y a este respecto hizo un llamamiento a
«abandonar el insensato» uso de las armas, el recurso «a la
violencia y al odio que han marcado con la muerte a personas,
pueblos y continentes». La bendición «Urbi et Orbi» (a la ciudad de
Roma y al mundo) fue transmitida en directo por 45 países.
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