A mediados de los años 50 funcionaban en el municipio un total de 48 fábricas de zapatos.

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Cuando se habla de la industria del calzado y de toda su historia, la inercia lleva a ubicarse en municipios como Inca o Lloseta, pero esta profesión recaló con mucha fuerza también en Llucmajor a mediados de los años 50. Derivado de esta industria se crearon muchas profesiones y una de ellas fue la de las ribeteras, consideradas como el alma de la industria zapatera en la localidad.

Con el objetivo de recordar su historia y dar a conocer su actividad, la archivera municipal, Maria Nieto, y el bibliotecario municipal, Joan Ramis, han sido los impulsores de una exposición que ahora se puede visitar en el Claustre de Sant Bonaventura y que muestra la historia de estas mujeres ribeteras, término casi exclusivo de Llucmajor.

La idea de organizar una exposición que recuerda parte de la historia industrial del pueblo surgió después de la celebración de las Jornades d’Estudis Locals 2022, que organizaron la regidora Xisca Lascolas y la archivera Maria Nieto. El tema a tratar fue La industria local de Llucmajor y durante las ponencias salió la importancia de la industria del calzado en el municipio y de las ribeteras, gracias a las que la gran mayoría de fábricas de Llucmajor confeccionaban calzado para la mujer.

A principios de junio del año pasado, se hizo un llamamiento a la población para recoger testimonios y objetos sobre la industria zapatera. «La respuesta fue asombrosa», explica Nieto, que inició una vista a cada una de las personas vinculadas con las fábricas de zapatos de la época para recoger vivencias, además de máquinas y herramientas. De todo ese trabajo salió a la luz la exposición donde las ribeteras se alzan como las auténticas protagonistas después de conseguir, durante décadas, dar a la manufacturación del calzado llucmajorer el grado de excelencia.

La exposición no solo muestra el trabajo de estas mujeres sino también lo que significó para ellas tanto social como económicamente, puesto que fueron unas de las primeras generaciones de mujeres que debían compartir el trabajo con la carga familiar. De las 48 fábricas de zapatos que había en Llucmajor a mediados de los    50, ahora no queda ninguna y las últimas ribeteras, que tienen entre 60 y 75 años, no pueden pasar su legado a futuras generaciones.