Guadalupe Vera ponía punto este sábado el negocio de su esposo Herardo Assandri con la esperanza de abrir a medida qe lo haga la planta hotelera. | Laura Becerra

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Aunque su nombre oficial es el de Avenida Pere Mas i Reus, todos la conocen en Alcúdia como la ‘Avenida del Dólar’, no en vano fue en los años 80 la imagen del éxito turístico y económico de la bahía de Alcúdia. Hace ya tiempo que entró en una espiral de decadencia que la pandemia ha agudizado. Empresarios y residentes reúnen firmas para pedir al Ajuntament un Plan Estratégico capaz de revitalizar la zona antes de caer en el abismo. Hoy es un desierto desvencijado, con daños en las aceras y alcorques, oxido en la barandilla que ‘protege’ el paso sobre el canal de los lagos y el 99 % de los negocios cerrados. Una persona sin techo era ayer el único habitante de los boulevares.

«Antes del dólar y ahora del dolor». Encontramos a Rafael Amengual, propietario de uno de los negocios cerrados de la calle, comprando a sus convecinos del único ‘shopping center’ que estaba abierto este sábado. Su frase resume el sentir de un colectivo que se siente «abandonado» por las administraciones. La última gran reforma en la zona data del año 1993 y desde entonces ha llovido mucho. «No creo que haya otra zona turística en Mallorca que lleve casi 30 años sin mejorar, dice.

En el último pleno ordinario del Ajuntament d’Alcúdia el PP y Cs (ambos en la oposición) rogaron al equipo de gobierno municipal (PSOE, PI y Més) que actuara de urgencia en la zona. Desde entonces han comenzado a pintar parte de la barandilla oxidada y se han retirado las bases de las antiguas sombrillas que un negocio dejó para el olvido ancladas sobre la acera.

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Rafael Amengual, junto a la empleada del único ‘shopping center’ abierto en la calle.

El regidor de Obras Propias Martín Garcías, entonó el mea culpa por las deficiencias de mantenimiento y anunció las reparaciones urgentes que ahora han comenzado. Pero los comerciantes y residentes son conscientes de que un «arreglo» no bastará.

Guadalupe Vera, se esmeraba en limpiar el pequeño negocio de alquiler de vehículos eléctricos que tiene su marido Gerardo Assandri y que confía en abrir a medida que lo hagan los hoteles. «Antes estábamos peor ubicados y decidimos mudarnos aquí el año pasado, hicimos una gran inversión y justo llegó la pandemia, apenas trabajamos mes y medio», lamenta. Confía en que las administraciones hagan un esfuerzo por devolver a la ‘calle del dólar’ el esplendor de tiempos pasados.

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