Fernando Luengo, treinta años de taxista en Calvià .

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Como el resto de sus compañeros sale a trabajar un día de cada cinco. Espera dos y tres horas parado a que llegue una carrera que difícilmente saldrá del municipio. Menguan sus ahorros y pierde a compañeros que ya han dicho basta y han buscado otro oficio. Más de 400 familias. Taxistas en pandemia.

¿En qué situación se encuentra el sector del taxi?
— En una palabra significativa: ruina. Eso indica lo que está ocurriendo. Tenemos las expectativas puestas en que a partir de esta semana alguna cadena va a empezar a abrir sus hoteles, esperemos que en un plazo corto podamos estar al menos al 50%. Me conformo con poco. Pero así, se nos está yendo de las manos. Sin querer ser ave de mal agüero, la temporada no tiene buena pinta.

¿Cómo lo llevan?
— Lo estamos pasando mal, como todo el mundo. No puedes mantener una empresa trabajando seis días al mes. Estamos subsistiendo como podemos gracias a los ahorros, las ayudas o los préstamos ICO .

¿Cuántas llamadas reciben al día?
— En el primer trimestre hemos estado en una media de 120 y 130 llamadas en 24 horas. En Semana Santa pasamos a unas 400 y ahora, unas 250-300. Durante el fin de semana el trabajo aumenta un poco.

¿Cómo se organizan?
— Funcionamos con servicios mínimos. Cada día salen unos 20 o 22 vehículos que cubren de sobra la demanda. En un turno, con suerte, hacemos cinco o seis carreras cortas. Entra mucho en juego el azar.

¿Qué ayudas han recibido?
— Algunos chóferes han cobrado los ERTE y han cubierto sus necesidades básicas, pero algunas figuras de empresario, como el segundo conductor autónomo, han quedado descubiertas. Hemos tenido una subvención de 10.000euros del ayuntamiento para la Central. Cada uno lo ha llevado como ha podido. No podemos dejar a nadie atrás.

¿La Administración les ha respaldado?
— Con el ayuntamiento la relación es buena. Estamos haciendo de forma voluntaria y altruista el acompañamiento de las personas mayores o con problemas a la vacunación. Tenemos que salir todos juntos y ésta es nuestra forma de ayudar. Además, los taxistas estamos dispuestos a que nos vacunen cuando quieran como personas de riesgo. Estamos expuestos al riesgo.

¿Se debería priorizar al sector turístico?
— No quiero ser egoísta ni que se me malinterprete, pero corremos más riesgo que otros sectores de población por el contacto con todo tipo de personas en un habitáculo cerrado.

¿Es asumible una campaña como la de 2020?
— Algunos podrán asumirla, pero otros no. Pido que al menos tengamos lo mismo que la temporada anterior. Y ya será complicado aguantar ese invierno. Si vemos un poco de luz al final del túnel, podremos seguir capeando la situación, pero cerrados, no. No aguantamos. Hay gente que ya ha dejado el taxi y ha regresado al sector de la construcción o el aluminio. Hemos pasado muchas crisis, pero al final, aparecen los turistas y surgimos todos otra vez. Son nuestra piedra angular.

¿Cómo ve el futuro?
— La temporada no peligra, pero la veo tocada. Cuando el turismo llegue, debe encontrar la oferta complemetaria abierta. Estamos acostumbrados a vivir con la incertidumbre. Trabajaremos julio, agosto y algunos días de septiembre, pero lamentablemente no creo que vayamos mucho más allá. Ojalá me equivoque. Llevo 20 años escuchando la canción sobre «alargar la temporada» y sólo Margarita Nájera lo consiguió, pero duró poco. Somos el balneario de Europa y debemos asumir nuestro rol.