La Mallorca Preservation Fundation ayuda a sufragar los gastos. | Gori Vicens

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Estas semanas, catorce productores de Mallorca inscritos en agricultura ecológica han sustituido el plástico de acolchado convencional por plástico biodegradable. Este plástico se usa tradicionalmente en agricultura para evitar la competencia entre el cultivo hortícola y las plantas espontáneas, protege el suelo y ayuda a mantener la humedad. Su época de más uso empieza a finales de marzo y todo el abril, cuando se siembran todas las hortalizas de verano. La acción tiene un impacto positivo sobre del medio ambiente porque no dejará residuos y se ahorran recursos naturales en su fabricación.

El cambio ha sido posible, por segundo año consecutivo, gracias al acuerdo entre la Associació de Productors d’Agricultura Ecològica de Mallorca (Apaema) y Mallorca Preservation Foundation (MAPF), entidades que firmaron un convenio de colaboración el pasado año. Así, Apaema ha coordinado la compra conjunta de plástico biodegradable para sus socios y MAPF ha asumido un porcentaje del sobrecoste que tiene este plástico respecto del convencional. Esta acción quiere animar el uso de este material no contaminante cuyo principal problema es el sobrecoste a diferencia del plástico convencional, más asequible. Gracias a la ayuda económica de MAPF, los productores han obtenido un precio competitivo que les ha permitido hacer el cambio.

En este segundo año, 14 fincas ‘eco’ se han beneficiado de la ayuda y en total se han evitado 110 kilómetros de plástico, sustituido por 2.750 kg de biofilm biodegradable, de origen no transgénico. Un aumento significativo con respecto a la campaña del año pasado donde participaron nueve explotaciones y se evitaron 60 kilómetros de plástico y el pedido fue de 1.533 kg de material biodegradable. El nuevo plástico, está fabricado con materias primas naturales compostables y se disuelve en la tierra en menos de un año.

Es el segundo año consecutivo que Apaema lanza esta campaña.

El técnico de Apaema, Miquel Serra, explica que «la retirada del plástico convencional es conflictiva en el sentido que se rompe con mucha facilidad y siempre quedan trozos, que se fragmentan dentro de la tierra, pero que no desaparecen».

«En cambio -añade Serra- para el horticultor, la ventaja importante del biodegradable es que finalizado el uso no es necesario quitarlo, se degrada y desaparece al labrar nuevamente el terreno», sentencia.