El profesor de Historia Contemporánea Antoni Marimón, en su despacho. | Lola Olmo

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Se han escrito muchas historias sobre Joan March y parece que aún no está todo dicho. A medida que salen a la luz nuevos documentos, la figura del controvertido financiero de Santa Margalida adquiere nuevos matices. El historiador Antoni Marimon ha profundizado sobre el March que en las elecciones de abril de 1923 logró una victoria apabullante del Partido Liberal. Las claves de aquel triunfo se reflejan en su último libro, El triomf de Joan March.

Uno de los datos que aporta usted son los nombres de personas que apoyaron a March en su ascenso político y sin embargo, murieron durante la represión franquista.
— Sí, llama la atención la nómina de personalidades que le apoyaron en las elecciones de 1923 y después, durante la Guerra Civil, fueron ejecutados sin que se haya documentado que Joan March hiciera nada por salvarles la vida. Están Rafel Estades, Simó Fullana, Ateu Martí, Joan Monserrat i Parets, Antoni Maria Ques i Pere Reus. Y el caso más complejo, el de Alexandre Jaume, cuyo abogado fue Lluís Alemany, persona de la máxima confianza de March.

¿Cómo resumiría lo que ocurrió en las elecciones a Cortes de abril de 1923?
—En aquellas elecciones Joan March tuvo un éxito apoteósico. Para mi sorpresa, en el estudio profundo de aquellos comicios me ha quedado claro que, a diferencia de la visión a priori bastante negativa que podemos tener de Joan March, en 1923, nos guste o no, representaba la opción de cambio, de modernidad y de izquierda. Había bastante unanimidad sobre esto en todos los sectores de la política de Balears. Personas muy rigurosas como Lluís Alemany, un dirigente liberal muy importante, que fue la mano derecha de March; o como el dirigente socialista Joan Monserrat i Parets, quien le dio su apoyo, al igual que el partido reformista y el republicano. Solo se resistió una parte del PSOE, el entorno de Llorenç Bisbal, lo cual provocó una honda fractura en el partido socialista.

¿Representaba también una alternativa a la corrupción del sistema electoral de la época?
—No, eso no. March aprovecha todos los medios para ganar, legítimos y no tan legítimos. Pero así era el extraño sistema democrático de entonces, limitado por los caciques locales y por la intervención del gobierno, que también influía para que ganara uno u otro.

Usted lo llama una ‘democracia ‘limitada’...
—Sí, en mi análisis se ve claramente que en Palma, casi en todos los barrios el voto es libre, pero en los pueblos no; incluso en los grandes como Manacor o Llucmajor, se ve cómo los caciques se han puesto de acuerdo para repartirse los votos.

¿Cómo fue la campaña del Partido Liberal liderado por March?
—Una campaña moderna, con propaganda, colgando carteles. Los periódicos de la época dicen que es una campaña como las que se hacen en EEUU. March está por la modernización y se rodea de la gente progresista de aquel momento. Los que se enfrentan a él son la derecha de toda la vida, la de Maura, que llevaba 20 años gobernando Mallorca. El programa de March era el más avanzado.

¿Qué le ha sorprendido más?
—Sobre todo que lograra reunir tantos apoyos, cuando tenía en contra a la nobleza terrateniente y a la Iglesia, porque el Partido Liberal defendía limitar el poder eclesiástico. Al final del libro hay un listado de apoderados de las elecciones de 1923 y es fabuloso para saber quién apoyaba a quién. No hay ningún noble con March.

Recientemente, Sebastià Alzamora afirmaba a raíz de su novela que «March despreciaba a Franco y a los políticos españoles porque eran fáciles de comprar». ¿Está de acuerdo?
—Es muy importante diferenciar el Joan March entre 1918 que se incorpora al Partido Liberal y hasta 1932; entonces él juega la carta de una izquierda, capitalista y liberal, pero también pagó la Casa del Poble para los obreros. En 1931 él acepta la República e incluso cambia el nombre de su partido por Partit Republicà de Centre. El problema es que el nuevo gobierno republicano lo considera un prototipo del caciquismo, lo procesan y lo encarcelan. Esto lo destrozó y lo enfrentó con la República. Es sabido que pagó el avión de Franco y los aviones italianos para hacer frente al desembarco de Bayo.