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Cada verano la misma imagen, aunque esta no se mitiga sino que va a más. Hablamos de es Caló des Moro, en Santanyí, uno de los rincones más instagrameables de la costa de Mallorca, si no estuviera masificado hasta límites preocupantes.

Lo que antaño fue un reducto paradisíaco de paz al alcance de unos pocos escogidos es ahora frecuentado por decenas y decenas de personas, foráneas y locales, que quieren como propio un pedacito de arena y un poco de agua cristalina para disfrutar del verano 'mediterráneamente', como diría una conocida marca cervecera.

La popularidad de esta cala recóndita ha ido acrecentándose en los últimos veranos y son muchos los que sienten su llamada y tratan, a veces en vano, de posar su toalla y disfrutar tranquilamente del sol y sus privilegiadas aguas transparentes, así como el bello y casi virgen entorno natural.

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La iniciativa municipal de habilitar un aparcamiento para los visitantes no ha ayudado mucho, según los vecinos de la zona, que en los meses de mayor afluencia turística en Mallorca ya ni intentan bajar a la cala que antes solían frecuentar, casi en solitario.

Muchos no parecen preocupados por el hecho de que la franja de arena sea muy escasa, entre piedras y rocas algunas de gran tamaño, e insisten en bajar por el caminito hasta la orilla del mar para intentar encontrar un hueco, una tarea muchas veces imposible, por las numerosas personas que ya ocupan el espacio. No se trata de establecer un cupo de entrada a la cala, o quizás sí. Bastaría con que reinara el sentido común, el gran ausente en demasiadas ocasiones, no solo en esta sino en muchas otras situaciones.

En esta ocasión la plataforma Terraferida se ha hecho eco de unas imágenes tomadas por un bañista, o intento de bañista, a principios de este mes de julio en la costa de Santanyí. Las fotografías hablan por sí mismas y narran gráficamente un problema para el que es difícil que se encuentre una solución a corto plazo.