Los vecinos de Es Capdellà, Dones Solidàries, defienden y organizan esta procesión típica a la que han asistido unas setenta personas. | Michel's

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La procesión de Sant Sebastià de es Capdellà cumple este sábado 100 años, pero lo hará sin la talla del santo desfilando por las calles de la localidad calvianera.

Por tercer año consecutivo, el párroco Antoni Mercant se ha negado a dejar salir la imagen de Sant Sebastià de la iglesia, poniendo así el freno definitivo a una tradición que se remontaba a 1918 para conmemorar que la mortal epidemia de gripe que ese año asoló a buena parte de Mallorca no llegó hasta es Capdellà.

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Algunos vecinos del pueblo esperaban que, tras dos años de salir en procesión con una fotografía del santo, este año, coincidiendo con la centenaria efemérides, Mercant reconsiderara su postura y dejara salir la talla del templo. Sin embargo, no ha dado su brazo a torcer justificando su negativa al número (reducido, según su apreciación) de personas que participan en la procesión y al hecho de que la mayoría de éstas no forman parte de la comunidad religiosa.

No obstante, tan señalada fecha no caerá del todo en saco roto, ya que el párroco oficiará una misa solemne ex profeso. Para entender la trascendencia de esta procesión, cabe recordar su origen: coincidiendo con la víspera de Sant Sebastià, en la anochecida del 19 de enero de 1918, y con la epidemia a las puertas del pueblo, el médico que entonces residía en es Capdellà ordenó a los vecinos que prendieran hogueras con leña verde (alimaras), ya que el humo de la combustión contribuiría a detener el mortal virus. Sea como fuere, lo cierto es que funcionó, y mientras en Calvià Vila la gripe había hecho estragos, en es Capdellà no murió nadie. De esta manera, desde entonces, cada 19 de enero por la tarde se enciende una alimara y el día de Sant Sebastià se sacaba la imagen del santo en procesión. Una tradición que perduró durante la monarquía de Alfonso XIII, la Segunda República, la Guerra Civil, la dictadura de Franco y la vuelta de la Democracia. Hasta que hace tres años, el párroco actual dijo no.