Ramon Rullan y Pilar Delgado se jubilan y dejan un negocio fundado hace 73 años. | Lluc Garcia

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El proceso de gerintrificación de Sóller, acentuado progresivamente desde la apertura del túnel, sigue avanzando y ya empieza a afectar también al comercio local, tradicionalmente de carácter familiar, pero que con el paso de los años va perdiendo inexorablemente esta condición.

Entre este mes y el próximo noviembre cerrarán sus puertas otros dos históricos locales conocidos por varias generaciones de consumidores locales.

A mediados de noviembre, el popular establecimiento de la calle Lluna ?conocido popularmente como Can Xim Tambora? cerrará sus puertas para convertirse en un hotel de interior. En este caso el actual comercio de pastelería gestionado por Antònia Frau (Can Frau es ahora el nombre oficial del negocio) continuará en otro establecimiento del centro, pero la atractiva tienda de la calle comercial ya no será la pastelería que ha endulzado la vida a los sollerics desde que fue fundada a mediados del siglo XIX, conservando la denominación antigua entre la mayoría de sus clientes, aunque se denominó La Confianza. Los descendientes de Can Xim Tambora ya hace años que trasladaron el negocio al Port, donde también tienen una pastelería que continúa la tradición familiar (Can Tambora), pero la calle Luna perderá este atractivo portal en el que todavía se pueden ver elementos de su decoración original.

Por otra parte, a finales de mes cerrará la popular juguetería de Can Rullan, de las calles Born y Jeroni Estades, uno de los negocios locales que más ha contribuido a satisfacer las ilusiones de los niños del Valle. Abierta en 1944 por Ramón Rullan Frau, de Can Dulce, inicialmente fue sucursal de los establecimientos Victoria de Palma. Comenzó como papelería y perfumería para pasar a los souvenirs con la llegada del turismo.

En 1972 se hizo cargo del negocio Ramón Rullan Gual, nieto del fundador, que lo regenta con su esposa Pilar Delgado. «Son 73 años de servicio al cliente», recuerdan. Se retiran y arrendarán el local, por el que ya se ha interesado «mucha gente». Rullan cree que la globalización hace «muy difícil» que un establecimiento de juguetes prospere hoy en un pueblo». Como dato curioso destaca que en la tienda «han trabajado 43 dependientas».