Sor Margalida Ramon y sor Joana Pascual, en su convento de Lluc. | Antoni Pol

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Sor Margalida Ramon, sor Piedad Pradillo y sor Joana Pascual habrán sido los últimos miembros de la comunidad que las Franciscanas Hijas de la Misericordia fundaron en Lluc hace 83 años. Sor Margalida y sor Joana dormirán el domingo en Lluc por última vez: el lunes ingresarán en la comunidad de sa Pobla. La otra hermana, sor Piedad Pradillo, está de vacaciones en la Península, pero cuando regrese se trasladará a Calonge. Aunque su trabajo y presencia quizás ha sido menos visible que la de los Misioneros de los Sagrados Corazones –los gestores del santuario por encargo del obispo–, la marcha de las franciscanas ha causado un «disgusto» en el santuario. «Las vamos a echar de menos», aseguraba este miércoles una persona con responsabilidades en Lluc.

«Piense que la congregación lleva 83 años aquí. Pero mai moren batles», señala la superiora, sor Joana Pascual, queriendo restar importancia a su partida. La comunidad se ocupaba de ciertos aspectos de los blauets. «Nosotras estábamos aquí, disponibles, las 24 horas. Esto será diferente con el personal que ahora nos va a sustituir. Lo hará tan bien como nosotros, o mejor, pero sin esa disponibilidad permanente… Se tendrán que cuadrar horarios», responde.

La superiora explica que además de cuidarse de la ropa de los niños cantores, las monjas también daban clases de religión y de catequesis, ayudaban en el comedor, etcétera. Pero lo que más destaca es el vínculo emocional. «Los niños nos han tenido como sus segundas madres al estar toda la semana aquí. Cuando tenían un problema, nos lo contaban con confianza. Les queremos mucho y ellos a nosotras también. Ahora nos preguntan: ‘¿Y quién se va a cuidar de nosotros?’».

‘Possessions’

Sor Joana rememora también la relación de las hermanas con las possessions de Escorca. «Cuandos nos instalamos aquí, dependían más de nosotros. Si alguien se cortaba o se hacía una ampolla caminando venían aquí a curarse. Las monjas ayudaban a los que venían a pie y les daban agua y jabón para que se lavaran los pies. También hacían de enferemeras, ponían las inyecciones… Era una casa de acogida para todos», indica.

La comunidad será homenajeada por el santuario, que estos días vive la fiesta de la Diada, y por el Ajuntament d’Escorca, que la tarde del jueves servirá un refrigerio para despedirlas. Las monjas desean expresar también su agradecimiento. «Puedo decir que marcharé de Lluc con más de lo que traje. Ha sido un honor servir en Lluc», señala sor Margalida.