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La Semana Santa en los pequeños pueblos de la Isla se vive de una forma característica. En comparación con otros pueblos de mayor número de habitantes, en estas localidades de menor tamaño, prácticamente, la totalidad del pueblo participa de una forma u otra y con mayor o menor intensidad y sentimiento en la celebración de la Semana Santa, las misas y las procesiones. Este hecho lleva a que estas fechas de marcado carácter religioso sean celebradas por la inmensa mayoría de los habitantes cristianos, sean o no practicantes durante el resto del año. Por ejemplo, en Estellencs, una localidad en la que en invierno y comienzos de primavera pueden encontrarse no más de cien vecinos pasando la noche, pueden llegar a participar hasta setenta u ochenta personas en la procesión del Jueves Santo.

En Estellencs, al finalizar la misa, comienza la procesión en la que participan gran parte de los vecinos del pueblo, todos vestidos de calle, con cirios, cuatro mujeres llevan a hombros la imagen de La Dolorosa por las estrechas y empinadas calles de esta pequeña localidad de la Serra de Tramuntana. También participan en la procesión las mujeres del coro de la iglesia, cuyas voces son el único sonido que se escucha durante todo el recorrido de la procesión.

Al tratarse de una localidad con menor número de habitantes, especialmente en estas fechas en las que los turistas todavía llegan en cuentagotas, se trata de una procesión más modesta aunque no por ello se vive con menor intensidad y sin espectadores ya que todos los asistentes forman parte de la procesión.

Al ser testigos de esta celebración, casi sentimos que estamos viviendo en directo uno de los momentos más importantes de la historia del cristianismo ya que tanto el entorno urbano, sus calles, la iluminación, como los habitantes del pueblo nos traen a la mente las imágenes de cómo se podrían haber vivido esos acontecimientos.

Una vez recorrido todo el pueblo, los fieles vuelven a la iglesia para adorar la imagen de Jesús en la cruz.