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La literatura nos ha brindado la posibilidad de conocer a valientes mujeres que, en tiempos difíciles, lucharon por sobrevivir, por hacerse un hueco en la sociedad. La historia de Sira Quiroga , el personaje de la escritora María Dueñas, se ha convertido en un auténtico fenómeno que ha despertado auténticas pasiones y ha revalorizado el arte ligado a los hilos y agujas. Más cercano a nosotros están las otras historias. La de mujeres anónimas que dejaron una importante huella, mujeres que, hace un siglo, se incorporaron al mundo laboral, que dejaron bordado un futuro y que también vivieron su tiempo entre costuras.

La industria de los bordados fue muy importante en Sant Llorenç. Este año se cumple el 90 aniversario de la fundación del primer taller de bordados en el municipio. El Ajuntament, casi un siglo después de los inicios, quiere reconocer la actividad generada entorno a los bordados y rendir homenaje a la labor de las mujeres llorencines . Por ello aprobará en pleno mañana la declaración institucional del 2014 'Any dels Brodats', con la que se quiere dar a conocer la trascendencia de la industria de los bordados y su importante papel en la historia social, económica y cultural del municipio. Durante muchos años fue una fuente de ingresos muy importante y una salida laboral remunerada para las mujeres que de esta manera contribuían a la economía familiar.

La investigadora Lourdes Melis, ganadora de la beca que concedió el Ajuntament en 2010, ha dado a conocer aspectos muy importante de esta industria llorencina . Según sus estudios, a principios del siglo XX ya hubo manifestaciones manufactureras. Los primeros talleres datan de la segunda década del siglo XX aunque se han encontrado testimonios orales de talleres instalados con anterioridad durante la primera década del siglo.

El primer taller fue propietario de un empresario catalán, Joan Miró. Normalmente, los talleres tenía una mujer responsable de la gestión. Realizaban diferentes actividades. Según las investigaciones, la Guerra Civil interrumpió la actividad de manera momentánea pero una vez acabada proliferaron los talleres de segunda generación, ya propiedad del pueblo. Se confeccionaban vestidos de niña y mujer, pañuelos, mantones o camisas. Un tipo de producción que iba dirigida a la demanda turística.

La industria de los bordados estuvo en plena vigencia hasta finales del siglo XX aunque, de manera minoritaria sobrevivió hasta el siglo actual. El pueblo reconocerá esta importante labor.