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Alrededor de un millar de jóvenes guerrearon y se divirtieron ayer en Binissalem en la ya tradicional batalla de uva que se celebra cada año con motivo de las fiestas del Vermar.

La munición: ocho toneladas de uva importadas de la Península. «Hemos tenido que comprarlo allí porqué los viticultores mallorquines se han negado a vendernos: la calidad de la cosecha de este año ha sido tan buena que se lo han quedado para hacer vino», explicó Antoni Amengual, miembro del grupo de jóvenes que organiza la batalla.

La Festa dels Trepitjadors, que ya lleva diez años celebrándose, comenzó con un discurso de Bacus desde el balcón del Ajuntament. «Que el vino no pare de correr por vuestras venas», espetó la divinidad pagana. Tras la bendición, los 'guerreros' se desplazaron hasta un solar de las afueras que sirvió de campo de batalla. La guerra, que duró algo más de veinte minutos, dejó a todos los participantes ensuciados por el mosto y el barro.

Dicen que después de la guerra viene la paz. Una vez limpios, la plaza acogió una comida de hermandad para 1.800 personas. El único requisito para comer: llevar puesto el tradicional vestido de trepitjador: el cassot.