El grupo de recolectores con el trabajo ya hecho en un campo de de algarrobos, cerca de Cala Millor. g Foto: JOAN SITGES

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J. SITGES/J. SOCIES Unas veinte personas sin empleo recogen almendras y algarrobas en los campos que están actualmente en desuso. Todos esperaban encontrar trabajo durante la temporada turística, pero no ha sido posible. Con la ayuda de Caritas y con el consentimiento de los propietarios de las tierras que trabajan, se ganan un sueldo y contribuyen a mejorar el estado de los árboles y al aspecto de los campos de Son Servera y Artà.

La iniciativa tomó forma antes del verano en las parroquias de Artà y Cala Millor, en Son Servera. «Sabíamos que en la mayoría de pequeñas fincas, las almendras y las algarrobas quedan en los árboles sin recoger», explica Miquel Àngel Caldentey, técnico comunitario de Càritas Llevant. Así, y ante «el aumento de personas en paro y que ya no cobraban ninguna prestación, pensamos que una manera de mejorar su situación y la de las tierras en desuso de Mallorca pasaba por recoger los frutos que de otra manera se hubieran podrido en los árboles», explica Caldentey.

Un trabajo duro
De momento, estos particulares recolectores de almendras tienen nueve fincas en lista de espera entre Cala Millor y Son Servera, además de otras cinco en Artà. En grupos de unas doce personas se preparan cada mañana para el trabajo. «Preferimos las algarrobas porque se venden más caras, son más fáciles de recolectar y el árbol nos hace sombra», explica uno de los trabajadores, quien acto seguido precisa: «También sacamos provecho de las almendras».

Y es que los coordinadores del proyecto de aprovechamiento de los campos en desuso venden los frutos a las cooperativas agrarias locales y reparten los beneficios entre todos los trabajadores.

De estar forma se contribuye a mantener los campos limpios, y los algarrobos y almendros en las mejores condiciones. A cambio, se reparten los beneficios que obtienen vendiendo directamente los frutos que cosechan. Por el momento, parece que saben sacar rendimiento a esta nueva ocupación. «En un sólo día recogieron 1.700 kilos de algarrobas; si seguimos este ritmo sus sueldos serán más que dignos», asume Caldentey.

Armados con telas, alforjas de llata y escaleras, los recolectores de almendras empiezan su tarea cada día a las siete y media de la mañana. «Si hace falta -dice uno de ellos- volvemos por la tarde. Lo que queremos es acabar la tarea pronto y evitar las horas de sol».

Para esa iniciativa, contactan directamente con los payeses que por un motivo u otro no pueden cuidar sus árboles. Los agricultores pasan así el relevo a estos hombres llegados de tierras lejanas en donde no se conocen ni el gató ni el turrón. Es una forma de recuperar un trabajo ancestral y perpetuar una de las tradiciones más arraigadas en la Isla, que se pretende implantar en otros municipios.