Un grupo de mujeres trenzando las palmas.

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El arte de la obra de palmito procedente de Capdepera ha llegado hasta Guatemala. Un total de 20 mujeres indígenas de Santa Cruz del Quiché han aprendido a hacer llata tal y como manda la tradición gabellina. Se han tejido muchas ilusiones, se han entrelazado amistades y el producto que se ha creado es una puerta abierta a la esperanza. Todo ha quedado cosido y arreglado para que estas mujeres puedan mostrar esta artesanía a otras tantas mujeres de diferentes aldeas con el objetivo de comercializar los productos y de esta manera poder contar con una fuente de ingresos. Ello ha sido posible gracias a la ONG Voluntaris de Mallorca que ha desarrollado en Guatemala un proyecto de cooperación que ha contado con una subvención del Govern Balear y el apoyo del Ajuntament de Capdepera.

Maria Vives, miembro de Voluntaris de Mallorca, junto con dos vecinas de Capdepera, Teresa Vives y Catalina Ferrer, se desplazaron el pasado 28 de noviembre hasta el 13 de diciembre hasta Guatemala para impartir un curso de iniciación al arte de la llata a mujeres procedentes de diferentes aldeas. Ésta es la primera parte de un proyecto más amplio que culminará en el mes de marzo cuando otro grupo salga hasta Guatemala para llevar a cabo un curso de perfeccionamiento. En esta ocasión la coordinación irá a cargo de la diseñadora textil, Irene Peukes que viajará junto con Margalida Flaquer Mestre, Margalida Flaquer Siquier y Miquel Garau, también de Capdepera.

La experiencia ha sido muy gratificante. Maria Vives explicaba cómo surgió esta idea. «El año pasado me desplacé hasta Guatemala para revisar alguno de los proyectos que la ONG tiene en Guatemala. Entonces vi que allí había palma y que las mujeres trabajaban con ella de una manera más sencilla. Se limitaban a hacer sombreros. Hablamos con nuestro colaborador en Guatemala, Fredy Argueta y pensamos que podíamos llevar a cabo un proyecto interesante ayudando a mujeres a conocer este arte».

Por su parte tanto Teresa Vives como Catalina Ferrer, de 73 y 76 años respectivamente, explicaban con entusiasmo que la experiencia de «estar en otro mundo», «ha sido inolvidable».

Una de las anécdotas que relataban ambas es que «era curioso pues todas las mujeres trabajaban en el suelo. Han demostrado mucho interés y ganas de aprender». Así ya saben hacer ventadors, cestos y incluso algunas hicieron senalles. La estancia en Guatemala ha sido enriquecedora para todos. Se han llevado y han dejado un buen recuerdo. Ahora es suficiente que estas mujeres vayan enseñando a tejer a otras tantas para que el arte típico de Capdepera se conozca en todo el mundo.