Caldés, primera a la izquierda, junto a algunos parientes y amigos en un viaje.

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MARTA MEDRANO
El próximo 27 de octubre una expedición de poblers saldrá hacia Roma para vivir en directo la beatificación de Sor Catalina del Carme Caldés Socies. Esta monja, que murió fusilada en el Coll de Barcelona junto a otros seis mártires-cinco de ellos mallorquines- es recordada aún en su pueblo.

El escultor Francesc Caldés es pariente suyo y esta mujer de Can Panxa aún conserva algunos parientes en sa Pobla y en Muro. Aprovechando que su recuerdo sigue vivo el rector de sa Pobla, Joan Pons, junto con el presidente de los antiguos Blavets y el actual concejal de Participación Ciudadana Gabriel Ferragut, están preparando un multitudinario viaje a Roma que tendrá lugar entre el 27 y el 29 de octubre. Los precios, que oscilarán entre los 300 y los 385 euros en función del alojamiento (casa religiosa u hotel), son muy asequibles y es posible que incluso el alcalde Joan Comes se incorpore a la expedición. De momento ya hay apuntadas 75 personas y está previsto que la cifra llegue a 150.

La historia de Catalina Caldés es la de una mujer religiosa de principios del siglo XX en cuyo camino se interpuso la Guerra Civil. Caldés vivió en sa Pobla hasta 1921, cuando ingresó en la Congregación de las franciscanas de Pina. Allí destacó por su atención a los enfermos y recibió el hábito azul y el nombre de Sor Catalina del Carme. Su vida religiosa transcurrió en Petra, Lloseta y Lloret.

En 1926 Sor Catalina viajó a Menorca y vivió en una congregación, destacando también por su atención a los más enfermos. Cuatro años más tarde viajó a la comunidad de la Mare de Déu del Coll, en Barcelona, obedeciendo las órdenes de una Superiora General.

Allí se encontró con una situación política complicada y frecuentó el convento de los Misioneros de los Sagrats Cors. Sor Catalina se dedicó a atender a los niños de las familias obreras y a los enfermos más imposibilitados.

En julio de 1936 esta monja poblera cumplió 36 años justo antes de que estallara la Guerra Civil.

Dada la situación en que vivía a Sor Catalina le recomendaron vestirse de seglar y pasar desapercibida. Una catalana, Prudencia Canyellas, le dio cobijo . Un día, el 23 de julio de 1936, poco después de que estallara la Guerra, unos milicianos la sacaron y la fusilaron por partida doble. Sor Catalina recibió una primera bala en la pierna. Mientras la trasladaban al Hospital Clínic la remataron y murió.