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LL. GARCIA
Parece que los cerdos del alcalde de Campos son los que habitan una de las pocilgas más lujosas del mundo ya que oficialmente este tipo de instalación es la que ha construido en una finca de su propiedad. Pero esos cerdos no son los únicos componentes de la «granja mallorquina» que son unos privilegiados.

Un caso muy explícito ha sido detectado en el municipio de Sóller por este diario a raíz de la denuncia que en su momento presentó un vecino. Un gallinero de bloques de fábrica y tejado de uralita, de pocos metros cuadrados de superficie situado en una pequeña parcela de menos de 2.000 metros cuadrados de suelo rústico protegido (Àrea de Asentamiento dentro de Paisaje de Interés, según la LEN), se ha convertido en pocos años en una edificación de dos plantas que disfruta de una de las mejores vistas sobre el Valle.

Por todo el campo isleño la mayoría de las veces con la necesaria connivencia de los ayuntamientos -hay instalaciones que pueden considerarse «de lujo», a menudo dotadas de piscina y otras comodidades-. Son «almacenes agrícolas», perfectamente legales según la legislación vigente y que cuentan con el final de obra de los correspondientes servicios técnicos municipales pero que son en realidad son auténticas residencias que se pueden vender o alquilar a precio de oro.