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La llegada de los carros cargados de mirto hasta la plaza de Selva a las diez de la mañana, escoltados por las autoridades, marca el inicio del día grande de la Fira de ses Herbes de Selva, un evento que va ganando adeptos cada año por lo peculiar de la muestra y su característico entorno. Se da la circunstancia además, de que al contrario de lo que ocurre en otras ferias tradicionales, la de Selva va mucho más allá del puro mercadillo, que tampoco tiene nada que envidiar al resto; se complementa con un programa de actos rigurosamente elaborados en el que este año destacaba entre otras propuestas una demostración de cóctels de hierbas con denominación de origen.

Al igual que ocurre en otras pequeñas ferias como la de Caimari o Mancor, la de Selva, apuesta por la especialización en un producto, la hierba, y todo lo que se expone en la muestra tiene un componente natural o artesano. Difícilmente encontrará el visitante en Selva, las inmensas exposiciones de coches, grúas o vehículos agrícolas, castillos hinchables y otras ofertas tan comunes en las grandes firas del Nord como las de Santa Margalida o Muro; la de Selva, es una muestra familiar, para madrugadores (ya a las 7.30 de la mañana parten los recolectores de mirto al campo) y, sobre todo, para curiosos que disfruten de revivir tiempos en los que todo giraba entorno a la naturaleza y en los que las hierbas, a modo de medicina natural, servían de remedio para todo.

Entre las autoridades locales y autonómicas, acudieron Bartomeu Caldentey, Tomás Campanet, Gaspar Oliver, Pere Rotger y Antoni Serra.