TW
0

Son las dos de la madrugada. El termometro de la casa de Tomeu Crespí marca un grado y la alarma se dispara. Tomeu, como muchos otros payeses de sa Pobla, se pone en marcha. Sube a su furgoneta y visita cada una de sus fincas, para comprobar si el sistema de riego automático, que se dispara cuando la temperatura baja más de 0'4 grados, ha funcionado. Los teléfonos móviles de los agricultores empiezan a sonar, se cuentan unos a otros cómo está yendo todo y rápidamente, sa marja de sa Pobla se llena de coches.

Así se vive una noche de heladas en los campos. Este 2005 ha habido treinta y tres, Tomeu Crespí los ha contado y dice que en toda su vida nunca había visto nada igual. «Nunca había vivido en sa Pobla tanto frío, esto ha sido mucho peor que las inundaciones. Cuando todavía quedaba nieve la temperatura llegó a descender una noche hasta 3,5 grados bajo cero. Cuando veíamos la luna -la luna es un indicativo de noche despejada y fría para los payeses- la temperatura bajaba dos o tres grados en cuestión de segundos», cuenta Tomeu Crespí, un agricultor de 50 años que lleva treinta dedicándose al campo.

Tomeu cultiva ocho fincas situadas en diferentes puntos de sa marja. «Algunas noches -explica- he hecho más de 150 kilómetros yendo de un lado a otro, comprobando que los aspersores de todas las fincas estaban en marcha, preocupado por si el agua del aljibe se acababa».