Tradición frente a la modernidad. Sobre ese pensamiento base se
desarrolla la Fira de la Sabata de Lloseta, que cumple este año su
cuarta edición. Ayer, a pesar del fuerte calor, la feria contó con
numeroso público. Creada en 1999 para servir de escaparate a las
empresas, artesanos y fábricas del municipio, la Fira gana
visitantes año a año, aunque en esta ocasión tiene que lamentar la
pérdida de dos de sus expositores habituales, las fábricas de Wormy
y Sabates de Lloseta que han cerrado sus puertas este año.
Los zapateros y zapateras jubiladas del municipio, que realizan
exhibiciones de fabricación tradicional de calzado durante la Fira,
lamentaban precisamente ayer el cierre de ambas fábricas mientras
recordaban sus inicios hace ya más de cincuenta años como
trabajadores del sector. Los trece artesanos del calzado que aún
residen en Lloseta dejan durante la Fira sus quehaceres diarios
para mostrar a los vecinos las técnicas tradicionales de la
profesión. «Los zapatos que hacemos en la Fira nos los quedamos
nosotros o nuestros familiares», explicaba uno de los
zapateros.
Frente a ellos y bajo la atenta mirada de los visitantes, una
inmensa maquinaria da idea a manos de los operarios de una
generación posterior, de cuánto ha cambiado el sistema. Los
fabricantes de Lloseta ofertan, además, sus zapatos a precios
especiales durante la muestra.
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