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Mes de mayo, tiempo de esquilar ovejas. Ayer, uno de los rituales más tradicionales de la payesía, se trasladó de las possessions a un espació público, el campo de fútbol de es Llombards, un pequeño núcleo de Santanyí que recuperó la fiesta detondre, antiguamente adscrita a las ganaderías de ovejas. En Santanyí, como en el resto de Mallorca, ya quedan pocas fincas con ovejas, apenas media docena, y «aquí luchamos contra su desaparición», manifiesta un ganadero de es Llombards, Miquel Vidal.

Acompañados de mucho público extranjero, familias con niños pequeños, jóvenes del pueblo y curiosos, medio centenar de tonedors y ayudantes se pusieron la camisa de trabajo para esquilar unas setenta ovejas. «Es una cuestión de higiene. A nadie le resultaría cómodo llevar gorra y bufanda de lana en verano», comenta Miquel, de es Llombards.

Al ritmo de las xeremies, payeses de ses Salines, Santanyí, Calonge y s'Alqueria Blanca demostraron que la fiesta detondre, aunque sólo sea por un día, aún permanece viva en la comarca. Las enormes tijeras mallorquinas atravesaron la espesa lana de las ovejas sin demasiada resistencia. Poco a poco, la lana llenó todos los sacos preparados para la ocasión. La lana apenas tiene valor. Por ella «sólo nos pagan ocho céntimos de euro por un kilo, cuando esquilar una oveja cuesta tres euros», comentó Vidal. Una ruina que sin embargo en es Llombards se convirtió ayer en fiesta.